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lunes, 17 de marzo de 2014

Etapa 3 GR11: Refugio de Conangles (1.555 m.) – Barranco de Ballibierna (2.326 m.), 18 de agosto de 2013

Distancia: 15,4 kilómetros
Desnivel positivo: 1.485 m.
Desnivel negativo: 744 m.
Cota máxima: Collada de Ballibierna (2.728 m.)
Tiempo de marcha: 9 horas y 30 minutos






Tras una noche fresca por la humedad que se desprende de las paredes del refugio, y con bastante ruido de la gente entrando y saliendo, nos levantamos para regalarnos un estupendo desayuno a base de tostadas, bollos, zumo, queso, jamón, barra libre de colacao… Una maravilla. Genis, el guarda del refugio es un tipo simpático al que se le coge cariño rápido, y su perra Cana anda dando vueltas continuamente buscando mimos o comida, lo primero que caiga.
Nos sorprende la visita de la Guardia Civil mientras desayunamos, comprobando el registro de los que hemos dormido allí, será algo rutinario, pero no deja de chocarnos.

Nos ponemos en marcha a las 9:00, un poco tarde, pero el desayuno lo merecía. 


La ruta discurre por la orilla izquierda del río, paralela a la carretera.

Cruzamos algún puente y pasamos brevemente por el borde mismo del cauce, y podemos certificar que las riadas de junio han dejado por aquí clara huella. Nos imaginamos la cantidad de agua y la fuerza con la que debió bajar para desplazar rocas de este tamaño y dejar las orillas como si un gigante las hubiera arañado.


Atravesamos varios prados y con alguna duda sobre por dónde cruzar el río, finalmente llegamos a las 9:45 al cruce con la carretera.


Hacía dos días que no veíamos un vehículo y la verdad es que no lo echábamos nada de menos, así que avanzamos a paso ligero para internarnos de nuevo en la naturaleza y dejar de oír el ruido del tráfico. 




A las 10:00 entramos en territorio aragonés y el recibimiento no puede ser más agradable: el camino remonta el Barranco de Salenques, que baja transparente y con fuerza, haciendo que el resonar del agua nos acompañe aun alejándonos del cauce.

Las hayas, la sombra y el propio camino, que parece sacado de un cuento, nos recuerdan  a la Selva de Irati que tan bien conocemos.


La primera parte del ascenso es dura y empinada, más vale que vamos escondidos bajo las ramas de los árboles porque al raso el sol debe calentar con fuerza… 



Cuando a las 11:35 salimos fuera del abrigo del arbolado, comprobamos que efectivamente el sol calienta, y mucho. A partir de entonces ya no paramos de sudar mientras continuamos el ascenso en continuos zigzags que nos hacen ganar altura a buen ritmo. 
Aprovechamos cada parada para echar la vista atrás y comprobar lo lejos y lo abajo que va quedando ya el cruce con la carretera y sus coches.
A las 12:15 hacemos una parada para picar algo y beber unos largos tragos de agua (que nos parece sudamos en tiempo real), y nos deleitamos con el paisaje, que a veces parece incluir elementos casi decorativos, por el simple gusto de que el conjunto sea más bonito y las fotos nos queden más espectaculares… 



En poco tiempo el paisaje cambia y giramos hacia la izquierda, dejando nuestra espalda la masa de árboles del valle. Seguimos ascendiendo por una senda bien marcada que va esquivando los bloques de rocas, aunque las lluvias de los días pasados hacen que de vez en cuando tengamos que desviarnos para no terminar empapados.


Por aquí ya empezamos a ver alguna que otra rana y escuchamos a lo lejos los gritos de las marmotas, y aunque no las vemos entre tanta piedra, nos acompañan y la verdad es que las echábamos de menos…

A las 12:40 alcanzamos el Estany Gran d´Angliós, y en apenas 10 minutos más llegamos al Refugio d´Angliós (2.220 m.). 

De haber calculado las etapas de otra forma, este es un sitio perfecto para terminar la etapa, aunque siempre cabe la posibilidad de llegar y que no haya sitio, porque aunque el refugio está muy bien es pequeño. Eso sí, está en un lugar privilegiado.


Hacemos una parada para refrescarnos en el río y comer algo, y sin habernos ido ya estamos pensando en que aquí nos gustaría venir a pasar un fin de semana. Superando la enorme tentación de quedarnos aquí al sol como las lagartijas lo que queda de día, a las 13:45 nos echamos a la espalda de nuevo la mochila y arrancamos.

En breve nos encontramos con la bifurcación (2.410 m.) para llegar al Refugio de Llauset, pero preferimos seguir hacia la zona de Ballibierna.

A las 14:15 alcanzamos el Estany Cap d´Angliós, donde una pareja tiene montada la tienda de campaña en la misma orilla, y parecen sacados de un anuncio de material de montaña, porque la estampa es idílica. 

Nos dan un poco de envidia, pero aun nos queda camino por recorrer hoy. De hecho frente a nosotros está ya el Collado de los Estanys o de Riu Güeno, con su cuesta pedregosa esperándonos.

La subida coincide con la peor hora del día, pero por suerte las nubes nos proporcionan algo de sombra. Escuchamos saltar alguna que otra trucha y aprovechamos cada parada para mirar atrás y contemplar cómo los Estanys van quedando atrás y la panorámica se vuelve más y más espectacular.


Coronamos el Collado de los Estanys (2.521 m.) a las 15:00, y nos detenemos a sacar una buena serie de fotos: hacia atrás, los Estanys Cap d´Angliós ofrecen una estampa impresionante, y justo delante nuestra, el Estany Cap de Llauset, de un azul oscuro y profundo, nos muestra el camino a seguir de cara a nuestra última subida del día.


Una vez alcanzado el nivel del Estany (2.448 m.), lo rodeamos por su margen izquierda y aprovechamos para recargar las botellas de agua, que ya están casi vacías, de un torrente cercano.


A las 15:45 comenzamos el ascenso al Collado de Ballibierna, una de esas subidas en zigzags por piedra que nos encantan. Caminamos completamente solos de nuevo, y eso que estamos en pleno mes de agosto.

Se hace dura por el desnivel que salva en poco espacio, pero a paso constante resulta una gozada ver cómo avanzas y cómo la cuesta se va reduciendo. Eso sí, contando con el peso de la mochila, hay que ir haciendo alguna paradita técnica para no terminar desfondados…

Coronamos el Collado (2.728 m.) a las 16:45, ya está totalmente nublado a nuestra espalda, aunque un poco mejor hacia donde vamos.




Desde lo alto del Collado vemos los Ibones de Ballibierna, allá bajo, y con la vista fija en ellos comenzamos el pedregoso descenso.




A las 17:30 hemos alcanzado el primero de los ibones, el Ibon Alto de Ballibierna (2.475 m.), y partir de aquí el camino se convierte en una especie de gymkana en la que, saltando de bloque en bloque, vamos buscando la siguiente marca que nos guíe, con cuidado de no perdernos en este peculiar e inhóspito laberinto. 





Son las 18:00 cuando alcanzamos por fin el Ibon Bajo de Ballibierna (2.426 m.), que al final se estrecha y se estrecha y se convierte en un riachuelo que se descuelga ladera abajo.
Nosotros también nos descolgamos y seguimos bajando por un espolón junto a la orilla derecha del barranco.





A las 18:30, y en vista de que a Jorge hace bastante rato que le duele un pie, buscamos un sitio donde plantar la tienda y lo dejamos por hoy.

La idea era haber llegado hasta el Refugio de Coronas, pero no vale la pena forzar más la máquina llevando tienda y comida a la espalda.



Estamos en un balcón privilegiado sobre la Pleta de Llosás, es nuestra primera noche al raso de la ruta, y lo cierto es que la cogemos con ganas. 
Tras la visita al barranco para asearnos un poco, nos abrigamos bien y nos preparamos una estupenda cena a base de sopa y pasta, que con el día que llevamos nos sabe a menú de cinco tenedores. 

La niebla se nos ha echado encima y ya no podemos saborear las maravillosas vistas de los Montes Malditos, a nuestra derecha, así que en cuanto tenemos todo listo nos acostamos. Inmediatamente después comienza a llover, pero por suerte se trata solo de pequeñas borrascas pasajeras.




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