Desnivel positivo: 1.150 m.
Desnivel negativo: 780 m.
Cota máxima: Refugio de Arlet, 2.000 m.
Tiempo de marcha: 8 horas y 25 minutos
Tras haber trabajado a la noche en Pamplona y habiendo dejado todo preparado el día anterior, salimos hacia Somport en coche a las 8 de la mañana. Lo ideal habría sido comenzar a andar a eso de las 8 ó 9 de la mañana, pero por desgracia no puede ser, y son casi las 10:50 cuando finalmente dejamos la furgo aparcada en Somport y nos ponemos en marcha. Con la mochila bastante llena y muy motivados nos esperan 6 jornadas en la montaña por delante, en la que va a ser nuestra primera travesía de varios días por el Pirineo.
Comenzamos descendiendo hacia el bosque de Sausanet, paralelos a la carretera hasta llegar a la Cabane Pacheu. Allí comienza a intuirse la belleza de los paisajes que los próximos días nos deparan, con lo que hacemos algunas fotos y conectamos con la HRP (Alta Ruta Pirenaica) para comenzar la primera subida de las muchas que nos esperan.
Ascendemos
por una pista bastante embarrada y sombría, y luego por un sendero que conecta
con el cercano parking de Sausanet, desde donde vemos llegar a la gente con sus
ligeras mochilas de paseo y pensamos con envidia lo poco que tienen que pesar…
Continuamos
por el bosque, el camino es agradable y bastante cómodo, con la ventaja añadida
que tiene alejarse del alcance del sol, que a estas horas ya calienta. Tras unos
cuantos zigzags llegamos a una horquilla bastante marcada en el mapa, donde
deberíamos haber girado bruscamente a la derecha, pero nos despistamos y
giramos ligeramente a la izquierda, lo que nos lleva a dejar la HRP y
engancharnos a la GR11, y directamente a la Chorrota de Aspe, por donde de
todos modos íbamos a pasar, ¡pero dentro de cinco días!
La
verdad es que no nos daremos cuenta hasta el final de la Senda, cuando pasemos
de nuevo por aquí, justo a punto de cerrar el círculo. El camino hasta llegar a la Chorrota no es precisamente cómodo
y hay que andarse con cuidado, aunque las vistas compensan con creces el
esfuerzo.
Ganamos altura poco a poco, pero
bajaremos al rectificar el camino. Nos reenganchamos a la ruta tras nuestra
“pequeña variante” en el camino que va del parking de Sausanet al Ibón de
Estanés, con una bajada bastante pronunciada, que tras cuatro horas caminando
sin descanso nos deja prácticamenete en frente de la Cabane Pacheu. Es un tanto
desmoralizador, la verdad.
Decidimos continuar un poquito más y
tras pasar la Cabane d´Escure paramos a comer en una sombra, porque son las
15:30 y el sol pega lo suyo. Nos tomamos la parada con calma, recuperamos
energías y después de media hora nos podemos de nuevo en marcha.
La próxima hora de ruta discurre por
un cómodo sendero sin desnivel y sombreado, por el bosque de Borce, que bordea
en su tramo final la mole rocosa de Maspetres (1.708 m.). Al llegar a un claro
donde nos encontramos coches y gente haciendo picnic, vemos ante nosotros la
subida a Arlet propiamente dicha.
Son las 16:15 y comenzamos la
ascensión con ganas, dejamos por fin atrás las carreteras y la civilización,
que durante lo que va de etapa hemos escuchado a lo lejos: vamos por
fin hacia la montaña.
La pista que viene desde la carretera
asciende en zigzag, pero nosotros tomamos el camino recto que implica
obviamente una subida más pronunciada. Una vez dentro del bosque de
Espelunguere la pendiente se suaviza, volviendo de nuevo a subir bruscamente en
cuanto lo dejamos atrás.
Dejamos atrás la Cabane Grosse y poco a poco vamos subiendo hasta el Col Lapachouaou (1.887 m.), a partir de donde se abre ante nosotros la zona de pastos de Montagne de Banasse. La zona la guardan celosamente un par de perrazos que nos siguen un buen rato a pleno ladrido, defendiendo eficazmente el rebaño de ovejas que pastan ajenas al jaleo y al ir y venir de montañeros.
La niebla se va echando mientras
avanzamos entre pastos y pequeñas balsas endorreicas que se recortan sobre el valle que
tenemos bajo nosotros. La parada fotográfica es obligatoria, aunque ya vamos
algo tarde y bastante cansados.
Aun nos quedan los últimos metros de
subida y un ligero descenso antes de llegar al Refugio de Arlet (2.000 m.), bordeando el Ibón que le
da nombre, y a través de la niebla que cada vez es más densa se nos aparece
como un oasis en medio del desierto.
En este último tramo la rodilla de
Jorge comienza a resentirse, (convaleciente aún de una operación de ligamento
cruzado anterior en febrero), y no vemos ya la hora de llegar a la meta de hoy.
Llegamos
al refugio a las 19:15, justo a tiempo para cenar. Dejamos la mochila (que ya
teníamos ganas de quitárnosla de encima) y tras una lavada rápida de cara y
manos en la fuente de entrada (no hay duchas ni nada que se le parezca), nos
disponemos a comer algo caliente.
El
comedor es acogedor y está casi lleno, y el menú está bastante bien: sopa de
verduras, cuscús con verduritas, lentejas con cerdo asado y macedonia de fruta.
La
habitación sin embargo deja bastante que desear. Nos toca dormir en la habitación de abajo, en la que hay
dos zonas de colchones sobre unas tablas de madera en el suelo: en una hay
espacio para tres personas pero solo estamos nosotros y en la otra hay espacio
para unas seis personas y la ocupa un grupo de cuatro. El problema
es que la puerta no cierra bien (además de hacer un ruido tremendo cada vez que
se abre) y que la ventana que tenemos sobre nuestras cabezas tampoco, con lo que
entra un viento helador.
Esta noche conocemos al primero de
varios osos roncadores que nos acompañarán a lo largo de la ruta, como una
especie de maldición que hace que nos alegremos permanentemente de habernos
traído los tapones.
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