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lunes, 31 de marzo de 2014

Etapa 5 GR11: Puente de San Jaime (1.254) – Ibón de Grist (2.411 m.), 21 de agosto de 2013

Distancia: 10,2 kilómetros
Desnivel positivo: 1.388 m.
Desnivel negativo: 381 m.
Cota máxima:
Tiempo de marcha: 7 horas y 40 minutos











Ayer hicimos un alto en la ruta para ascender el Aneto, “techo de los Pirineos”, con sus 3.404 metros. Fue un día memorable, que merece ser contado con todo lujo de detalles e imágenes en otra ocasión.
De regreso a Benasque optamos por mudarnos de alojamiento, ya que el presupuesto se nos iba a resentir mucho, y tras hacer la compra volvimos haciendo autostop al camping Aneto de Puente de San Jaime.
Tras una buena cena planificamos la ruta del día siguiente, una vez comprobado que el pie de Jorge responde, decidimos continuar camino por todo lo alto.

Aprovechamos la comodidad del camping para hacer una colada (necesaria a estas alturas), desayunar tranquilamente, ducharnos, etc.

Terminamos de planificar la ruta y optamos definitivamente por pasar por Angel Orús en vez de por el Refugio de Estós, principalmente porque tienen servicio de alquiler de crampones y piolet, y vamos con la firme intención de ascender el Posets, que era uno de los objetivos de la ruta. El Aneto no entraba dentro de nuestros planes, pero eso es precisamente lo bueno de tener un mes de vacaciones por delante, que somos libres para alterar los planes sobre la marcha.
Entre una cosa y otra abandonamos el camping a las 12:15, cuando ya empieza a hacer un calor considerable. 

La ruta en este tramo es una pista que discurre paralela al Río Estós, y que suaviza un poco la sensación de calor con el frescor y el murmullo del agua.

A las 13:00 llegamos a la Cabaña Santa Ana, que era una de las opciones que barajamos ayer como alojamiento, pero no teníamos ganas de ponernos a andar tras el madrugón y la paliza de día que llevábamos.

Apenas 15 minutos más tarde encontramos una fuente en la que rellenamos las botellas y pasamos unos minutos bebiendo.



Alcanzamos la bifurcación de la ruta a las 13:25. El camino de la derecha sigue por pista hacia el Refugio de Estós, que queda a una hora y media, y el de la izquierda se dirige bosque a través al Ibón de Batisielles, que queda más o menos a la misma distancia.

A partir de la bifurcación el camino se introduce en la sombra, cosa que agradecemos sobremanera porque hace mucho calor, y se vuelve más agreste y empinado, y sin duda más entretenido. La senda está bien marcada, y aunque se hace dura por la ganancia de altitud, vamos mucho más agusto por aquí.



Cuando estamos a punto de llegar al Ibón Chico de Batisielles (1.865 m.), el camino se transforma en una pasarela que nos recuerda a la zona del Estany Llong, en el Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de San Maurici, que visitamos hace años. 
Las Agujas de Perramó (2.453 y 2.554 m.), allá a lo lejos, asoman en la foto y marcan el camino que seguimos.

Alcanzamos el Ibón Chico o Ibonet de Batisielles a las 14:15 y paramos para hacernos algunas fotos. En vista de que hay bastante gente le pedimos a un senderista que nos retrate, lo cual es una mala idea en vista del resultado. Cuanto mejor con el trípode…



Es un sitio precioso, no nos extraña que haya bastante gente que sube aquí a pasar el día de picnic, ya que el paraje resulta de una belleza tranquila y relajada.

Dejamos el Ibonet y a la mayoría de la gente atrás y comenzamos el ascenso hacia el Ibón Gran de Batisielles a las 14:30. La subida cruza una ladera pedregosa pero breve, que pasamos a pleno sol y sudando profusamente.
Las vistas conforme vamos ganando altura son maravillosas, y en cada descanso aprovechamos para tomar alguna foto. A nuestra espalda queda, allá a lo lejos, el Aneto. Ayer a estas horas estábamos ya descendiendo de su cima


Alcanzamos el Ibón Gran de Batisielles (2.240 m.) a las 15:10, llegamos muy acalorados y entramos al agua todo lo rápido que las gélidas aguas nos lo permiten. Una vez frescos nos comemos el bocadillo y nos dedicamos a contemplar el paisaje, primero en la misma orilla y luego haciendo un poco el cabra para obtener una panorámica espectacular del entorno.


A las 16:15 ya estamos de nuevo en movimiento y de nuevo ascendiendo, en dirección al Collado de la Plana. 
Pasamos junto a varios pequeños ibones que nos ofrecen estampas maravillosas de reflejos en sus tranquilas aguas. No podemos resistirnos a ir parando una y otra vez.





























A las 16:55 llegamos al Ibón de L´Aigüeta de Batisielles (2.328 m.), que con sus aguas totalmente transparentes y estancadas, nos permite apreciar el fondo y sus sedimentos con una claridad impresionante.
Vemos varios vivacs en los que no nos importaría nada pasar la noche, rodeados de semejante paisaje.

La subida al collado comienza a estar dominada por la piedra desnuda y el camino, hasta aquí claro, se pierde. Es de los pocos tramos de la ruta en los que hemos encontrado verdaderas dificultades para ver las marcas (quitando los errores de nuestra propia cosecha). Retrocedemos pensando que nos hemos pasado alguna bifurcación, pero cuando queda claro que no ha sido así, optamos por seguir unas marcas azules que suponemos son la señalización de la llamada “Ruta de los Cuatro Refugios”, que une Biadós, Angel Orús, Estós y La Renclusa. 
Dicha señalización nos lleva efectivamente a coronar a las 18:40 el Collado de La Plana (2.702 m.), desde donde divisamos allá a lo lejos el Refugio de Angel Orús o Forcau. 
Como nuestro objetivo de hoy no es llegar hasta allí, sino localizar algún sitio donde plantar la tienda por el camino, comenzamos el descenso sin prisa y disfrutando de las vistas.



A las 19:20 llegamos al Ibón de Grist (2.411 m.), y tras rodearlo buscando el mejor emplazamiento, decidimos quedarnos en la orilla opuesta. Hay varios vivacs preparados, los estudiamos detenidamente buscando el que ofrezca el suelo más uniforme y ponemos definitivamente la tienda cerca de una pareja francesa. En total seremos 6 personas durmiendo hoy aquí, una gozada ya que además estamos lo suficientemente lejos como para no molestarnos en absoluto.


Nos hacemos para cenar unos macarrones y a eso de las 20:50 asistimos a un atardecer rosado y silencioso, que desde donde estamos no podemos disfrutar ya que nos encontramos encajonados entre laderas de piedra a ambos lados. No obstante, y porque no se diga que no lo intentamos, mientras aun hay algo de claridad intento trepar un poco buscando una vista mejor, sin éxito, obviamente.



Asumiendo las limitaciones de nuestra pequeña cámara compacta y nuestro trípode enclenque, pasamos casi una hora haciendo experimentos de fotografía nocturna, con resultados bastante desiguales. 

No hace apenas frío y el rato se nos pasa volando poniendo y quitando los frontales de la tienda, buscando el mejor encuadre… Para cuando nos damos cuenta ya está totalmente oscuro y el cansancio y el sueño nos pueden.


La claridad de la luna se intuye, y parece que en cualquier momento va a asomar por la ladera que tenemos frente a nosotros, pero es tan engañoso como mi intento por captar el atardecer, así que sin ver la luna nos metemos al saco. 



Noche de camping: 16,80 euros



miércoles, 26 de marzo de 2014

Aneto (3.404 m.) por La Renclusa, 20 de agosto de 2013

Distancia: 16 kilómetros
Tipo de recorrido: ida y vuelta
Desnivel acumulado: 3.379 m.
Tiempo de marcha: 10 horas


El Aneto, montaña de renombre donde las haya, con sus 3.404 metros sobre el nivel del mar, es el pico más alto de todo el Pirineo. Situado en el Valle de Benasque (Huesca), se enclava en el Macizo de La Maladeta, dentro del Parque Natural Posets-Maladeta. El Aneto está franqueado por el mayor glaciar que subsiste en la cordillera pirenaica, con unas 90 hectáreas de superficie, aunque se encuentra en regresión como consecuencia del cambio climático, y ha perdido en los últimos 100 años más de la mitad de su superficie, creyéndose que puede llegar a desaparecer en los próximos 30 o 40 años. Es por tanto necesario durante todo el año el uso de material de invierno.

Afrontamos su ascenso casi por casualidad, ya que venimos haciendo la GR11 desde Espot y el pie de Jorge dio ayer muestras de cansancio, con lo que hicimos parada técnica en Benasque. No obstante, lejos de tomarnos un día de descanso, decidimos que la mejor forma de ponerlo a prueba es lanzarnos a subir esta mítica cumbre, que ahora tenemos tan a mano.
Nos aprovisionamos como es debido en Benasque, alquilamos el material necesario, cenamos por todo lo alto y dormimos en una cómoda cama dejando todo preparado para el madrugón que nos espera a la mañana siguiente.
Amanecemos (por decir algo) a las 4:00, pero la noche aún es cerrada y no se ve un alma por la calle. Nos ponemos en marcha como zombis, más vale que ayer dejamos todo listo y solo tenemos que lavarnos la cara y vestirnos. Ayer compramos algo para desayunar en el autobús, y aunque a estas horas no tenemos ni hambre, nos obligamos a echar algo de combustible al cuerpo porque el día promete ser duro.

A las 4:30 estamos ya en el autobús que nos llevará, paralelos al Río Ésera, hasta el Plan de Besurta (1.920 m.), pasando por el Plan de Senarta y el Plan del Hospital, ya que en verano la carretera está cortada al público. Poco a poco el bus se va llenando de montañeros de todas las edades en las sucesivas paradas que vamos haciendo.
Llegamos a las 5:00 y nada más bajar del autobús nos damos cuenta de que nos hemos venido los dos sin frontales. Todo preparado desde ayer, si, pero los dos frontales en la mochila que hemos dejado en el hotel. Nos salva una providencial luna llena y que el resto de integrantes del pelotón ascensionista si han venido bien preparados, con lo que nos camuflamos entre ellos y nos beneficiamos de sus pequeños resplandores.

Comenzamos el ascenso por un sendero bien marcado y señalizado, que en alrededor de 45 minutos y tras 1,70 kilómetros de caminata nos lleva hasta el Refugio de La Renclusa, que a 2.160 m. ostenta el honor de ser el más alto del Pirineo, y uno de los más concurridos. Hemos subido al ritmo del resto de montañeros, sin poder detenernos a quitarnos ropa por no quedarnos rezagados y sin luz, y agradecemos una pequeña parada para quitarnos los cortavientos.

Nos reenganchamos al rebufo de otras luces al salir del refugio, por uno de los muchos caminos que ascienden con fuerte pendiente hacia la cima del Aneto. Debido a la poca visibilidad que hay no identificamos muy bien la ruta, aunque está bien marcada por hitos, que sube en dirección SE, paralela a la cresta de los portillones. Vamos en pequeños grupos cada uno por un camino y todos un poco a tientas, pero ascendemos a buen ritmo y sin demasiadas complicaciones, agradeciendo a la claridad del día, que poco a poco comienza a iluminarnos con esa luz rosada que resulta tan espectacular en las alturas.
  

Observamos entusiasmados cómo la luz va ganando terreno a la oscuridad, iluminando poco a poco las cumbres que nos rodean, y viendo cómo allá a lo lejos asoma entre lo que parecen islas de piedra un mar de nubes de impecable blancura. 

Hacemos infinidad de fotos y panorámicas, pero como suele ocurrir en estos casos, las imágenes no terminan de recoger la belleza del paisaje. En nuestra cabeza se conservará intacto, eso sí, este instante puro de libertad y placer, para poder echar mano de él cuando el asfalto de la ciudad nos saque de nuestras casillas.









Ascendemos unos cuantos metros más, pero a las 7:20 el sol asoma por fin entre las rocas regalándonos un paisaje espectacular, ante el cual no podemos sino detenernos de nuevo y desenfundar la cámara.


A las 7:40, con el sol bastante alto y una visibilidad total, llegamos un tanto enriscados a la Cresta de los Portillones, una brecha rocosa que une prácticamente la cumbre de La Maladeta (3.308 m.) con el Refugio de La Renclusa. Desde aquí el resto de la ruta es más que obvia, y el objetivo del día se muestra en toda su majestuosidad. Allá vamos. 


Continuamos ascendiendo un poco más hasta alcanzar el Portillón Superior (2.908 m.), que es una estrecha brecha en la cresta que comunica ambos lados.  Nos asomamos entre las paredes de roca como si de una ventana se tratara, la vista es imponente.

Este paso supone más o menos el ecuador de la ascensión, y es el punto indicado para equiparse con crampones, encordarse, etc. Nosotros vamos a ir sueltos, así que nos calzamos las puntas alquiladas y cambiamos los bastones por el piolet. 


Son las 8:30 y nos disponemos a afrontar una de las estribaciones del glaciar, viendo ya que al terminarla tendremos que parar a quitarnos los crampones para atravesar una zona de canchal. 

Procuramos ponernos en marcha rapidito para dejar atrás un grupo bastante numeroso que tiene toda la pinta de terminar provocando algún atasco.



Avanzamos cómodamente aunque con los cinco sentidos  bien atentos por el sendero, siguiendo una huella bien marcada y con la nieve bastante aceptable.
Para las 9:20 ya nos hemos quitado y vuelto a poner un par de veces los crampones para atravesar un par de zonas de piedra. La ruta entonces consiste aquí en buscar la siguiente huella en la nieve y orientarse hacia ella por el sitio que parezca menos complicado.  


A las 10:00 nos encontramos ya caminando por la superficie del Glaciar del Aneto, que en su punto de espesor máximo ronda los 50 metros. 
La huella sigue estando bien marcada y aunque hay algunos pasos de hielo duro, en general la ruta no entraña mayor dificultad, progresando no obstante con cuidado y sin perder la perspectiva del terreno en el que nos encontramos.

Una vez alcanzado el Collado de Coronas (3.198 m.), tenemos ya a tiro la última subida que promete ser dura, hasta la cima anterior al Aneto o Punta Olivera (3.298 m.). En este tramo hay que extremar la precaución por la fuerte pendiente que se salva en poca distancia.


Hoy hemos decidido llevar todo el material en una mochila que nos vamos turnando, y esto hace que el ascenso roce la categoría de paseo comparado con las tres jornadas anteriores de travesía que acumulamos ya en las espaldas.  Por lo demás, aquí arriba se nota que el aire sopla un poquito más fresco y nos ponemos los cortavientos, pero lo cierto es que hace una temperatura muy agradable, ideal para una jornada de montaña bien aprovechada. 






Son ya las 10:20 cuando nos quitamos definitivamente los crampones y junto con Roland, un compañero que nos hemos echado durante el ascenso, ganamos los últimos metros en apenas 10 minutos, por una zona rocosa antes de llegar al famoso Paso de Mahoma (3.390 m.).









Este temido paso de apenas 50 metros de longitud, que en sí no entraña ninguna dificultad técnica, puede suponer un obstáculo psicológico (por lo aéreo y expuesto) por la vertiginosa caída que se abre a ambas laderas.
Suele suponer un embudo donde se forman colas que pueden llegar a superar la hora de espera, pero hoy hemos estado ligeros sabiendo que esto podía pasar, y tenemos vía libre hasta la cima, al alcance ya de los dedos. 

A las 10:35 hollamos la cima del Aneto, punto que supone el “techo del Pirineo”. Abrazos y felicitaciones entre nuestro pequeño grupo de tres montañeros, y comenzamos la larga serie de fotos, posados y panorámicas, aprovechando que tenemos la cumbre prácticamente para nosotros solos, ¡y en pleno agosto!

Las vistas son sencillamente espectaculares hacia cualquiera de sus vertientes, el horizonte aparece plagado de otras montañas, que parecen rendir pleitesía a la cumbre principal sobre la que nos encontramos. 
Miramos con especial interés hacia la zona de Ballibierna y Coronas, desde donde barajamos la posibilidad de subir ayer, y vemos que hemos hecho bien en elegir esta vía, más marcada y transitada.


Desde que estuvimos en Nepal en 2011 hemos llevado en la mochila unas banderolas de oración tibetanas, que de vez en cuando hemos sacado para ondear al viento al alcanzar alguna cima. Hoy decidimos que aquí ha terminado su camino: nos han acompañado durante más de un año y medio, pero a partir de hoy, y hasta que el viento lo decida, bailarán atadas a la cruz de hojalata que corona esta cumbre. 










Hay objetos de lo más curiosos atados aquí (queremos pensar que todos tienen detrás alguna historia especial y emotiva) y lo cierto es que no nos convence eso de dejarle a la montaña cosas ajenas a ella, pero la verdad es que tampoco entendemos por qué las cimas tienen que tener cruces cristianas… Así que no nos resistimos a dejar este pequeño trocito de nuestra historia. 


Sea como fuere la cima y su decoración son las que son, así que nos inmortalizamos en ella orgullosos de nuestra hazaña, y nos preparamos para el descenso antes de que se colapse el Paso de Mahoma con la gente que está empezando a encordarse ahora. 


Son las 11:00 y comenzamos el descenso satisfechos y bastante hambrientos. De momento no queremos parar a comer porque suponemos que este sol está convirtiendo poco a poco en sopa la nieve, y con toda la gente que anda yendo y viniendo, preferimos detenernos cuando lleguemos a la Cresta de los Portillones.

Roland comenta que no entiende cómo éste paso tan complicado no tiene alguna medida de seguridad tipo clavijas, nos dice que en los Alpes sería impensable. Nosotros la verdad no le vemos mayor complicación en condiciones veraniegas, y casi creemos que resulta más difícil pasarlo encordados, pero el miedo es libre y respetable, así que entendemos que a la gente le de respeto y prefieran contar con algún seguro. 



El descenso nos deja imágenes preciosas de otros montañeros sobre el glaciar. 



Sobre las 12:00 hacemos un alto en la bajada para refrescarnos, y aunque sabemos que el agua procedente del glaciar es muy pobre en sales minerales, no nos importa lo más mínimo y bebemos con ansia este agua que hoy mismo ha sido creada a partir del hielo.

La vista hacia el valle es sobrecogedora, aquí hay que andarse con mucho ojo porque una caída tendría muchas posibilidades de convertirse en desgracia. 











A las 12:50 por fin tenemos a tiro el Portillón Superior y la consiguiente parada para comernos el bocadillo.


La nieve está en bastante peor estado que la subida, pero la huella sigue siendo una guía ancha y se desanda el camino cómodamente. 





Tras la parada para comer y para recoger definitivamente por hoy el material de invierno, nos ponemos de nuevo en movimiento a las 13:25.


El bocadillo de chorizo al sol, mirando a la cima de la que acabamos de bajar, no nos ha podido saber mejor, y nos ha cargado las pilas para un descenso que no tenemos muy claro por dónde hacer, ya que hemos subido a oscuras.


Pasamos el Portillón Superior echando una última mirada atrás y nos orientamos valle abajo, hacia el Refugio. 



Como suele suceder, la bajada resulta más incómoda que la subida. Nos despistamos varias veces de la ruta y vamos bajando medio a saltos medio destrepando, con el objetivo claro del Refugio que se ve todo el rato, pero bastante a las bravas. Al final nos agotamos física y mentamente, no vemos el momento de salir de tanta piedra y tanto roce con la roca en manos y piernas.

Alcazamos La Renclusa a las 14:40, bastante cansados y nos desparramamos en las escaleras de entrada: nos quitamos las botas dejando que nuestros pobres pies cojan aire, picamos unas galleticas y rellenamos las botellas de agua en la fuente cercana. La verdad es que no hacemos ni entrar al refugio, aunque nos lo apuntamos mentalmente para futuras visitas, ya que el enclave es espectacular y qué decir de los picos que lo rodean… 










Descansamos un buen rato pero decidimos que podemos descansar igualmente en La Besurta esperando al autobús, así que nos calzamos de nuevo las botas y todos los aparejos y caminamos unos 30 minutos más hasta la campa donde nos toca esperar. Volvemos a desparramarnos, esta vez en la hierba, disfrutando del sol y del silencio. 

A las 17:00 cogemos el autobús de regreso a Benasque, nos dirigimos al hotel a por la mochila que hemos dejado guardada a la mañana, devolvemos el material de alquiler y nos encaminamos hacia el camping, desde donde mañana retomaremos la GR11 con rumbo al Refugio de Angel Orús.


Alquiler crampones y piolets: 10 euros/persona
Autobús ida y vuelta Benasque-Besurta: 12 euros/persona



lunes, 24 de marzo de 2014

Etapa 4 GR11: Barranco de Ballibierna (2.326 m.) – Puente de San Jaime (1.254 m.), 19 de agosto de 2013

Distancia: 13,4 kilómetros
Desnivel positivo: 41 m.
Desnivel negativo: 1.042 m.
Cota máxima: Barranco de Ballibierna (2.326 m.)
Tiempo de marcha: 3 horas y 10 minutos












Hace un par de noches fue luna llena, y tras las tormentillas de ayer, el cielo quedó totalmente despejado, con lo que hoy hemos dormido bajo una enorme claridad que a ratos parecía el mismo amanecer a través de la tela de la tienda. A pesar de eso hemos dormido bastante bien, sobre todo yo.

Con la luz del día comprobamos que las vistas son espectaculares y nos sentimos tremendamente privilegiados por haber podido pasar la noche aquí, en este entorno y totalmente solos. Es una sensación de libertad maravillosa, que compensa con creces lo duro del suelo y lo pobre del desayuno…

Tras recoger todo, nos ponemos en ruta a las 8:15, retomando el descenso donde lo dejamos ayer, cuando ya empieza a subir gente desde el valle y nos van dando los buenos días. 

A las 8:40 llegamos al paraje conocido como Pleta de Llosás (2.200 m.), un llano herboso y medio encharcado donde confluyen los barrancos de Llosás y Ballibierna. 
El lugar es precioso, enmarcado allá arriba por los Montes Malditos.

No nos cuesta ningún esfuerzo imaginarnos volviendo aquí para pasar un par de días paseando y ascendiendo alguna cumbre…



Todavía no han aparecido por aquí los rayos de sol, y parece que al paisaje le cuesta desperezarse y librarse de la bruma mañanera. Nosotros aprovechamos el fresco para continuar a buen ritmo hacia abajo con la idea de llegar al Centro de Salud de Benasque para que le miren a Jorge el pie, que le sigue molestando.


El camino poco a poco se va volviendo más cómodo, volvemos a pisar hierba y al suavizarse la pendiente se avanza mejor.
A las 9:00 el camino se convierte en una pista bastante accidentada e irregular, por la que vamos con cuidado de no tropezarnos. 
Poco  a poco se va ensanchando y allanando y desemboca finalmente en el claro que alberga el Refugio de Coronas o Ballibierna (1.990 m.), hasta donde llega un autobús varias veces al día, en la temporada veraniega.  
Este era el final de etapa que habíamos previsto para ayer, y al llegar nos damos cuenta de que apenas nos quedaba una hora de camino, pero no nos arrepentimos de la decisión tomada. Hemos dormido muy bien en un lugar que difícilmente olvidaremos, y ayer necesitábamos descansar. 

Llegamos allí a las 9:25, y procedemos a inspeccionar el lugar, que tiene bastante buena pinta. Otro sitio más que fichamos para volver un fin de semana, y ¡ya llevamos unos cuantos!


Continuamos tras una breve parada, descendiendo por la pista mientras charlamos y soñamos con el filete con patatas que pensamos comernos hoy en Benasque. La mañana es clara y la temperatura es ideal para pasear, así que vamos bajando a buen paso.

Como todos los tramos de pista que nos tocan, al principio lo agradecemos, sobre todo tras el descenso por piedra que hicimos ayer, pero la sensación es breve y enseguida nos aburrimos de la monotonía. 


Al menos tenemos suerte y solo nos cruzamos una vez con el autobus, que además va bastante despacito.



En la ladera derecha podemos observar varios torrentes y alrededor vemos las consecuencias de las últimas lluvias, con evidentes desprendimientos de tierra y árboles.

Nos cruzamos con bastante gente que sube paseando con mochila ligera, lo que es síntoma claro de que nos acercamos a la civilización.

Vamos parando a hacer fotos de la ladera izquierda del valle, el río allá abajo, rocas que nos llaman la atención… en definitiva, vamos de paseo turístico y relajado, aunque a paso ligero, eso sí.


A las 11:40, hartos ya del eterno descenso por pista (quitando algún breve atajo a través del bosque), llegamos por fin al primero de los campings de Puen de San Jaime (1.254 m.), donde son también visibles los daños provocados por la crecida del río Ésera. 

En 10 minutos más llegamos al Camping Aneto, donde nos comemos un estupendo bocadillo de lomo con queso. 


Conseguimos llegar a Benasque en el coche de una trabajadora del camping porque se nos pasa el último autobús, y nos dirigimos directamente al Centro de Salud, donde atienden a Jorge muy rápido.El diagnóstico no es preocupante, así que decidimos buscar alojamiento para hoy en el pueblo y ver cómo evoluciona el asunto. 

Nos quedamos en el Hotel Llibrada, en el mismo centro de Benasque, y nada más llegar procedemos a ducharnos, lavar algo de ropa, extender la tienda en el balcón para que termine de secarse… logística de la ruta, vaya. 
Echamos una breve siesta y nos vamos a dar una vuelta por la zona, mientras decidimos qué hacer mañana. Finalmente optamos por ascender el Aneto, para probar qué tal responde el pie de Jorge y asumiendo que lo peor que puede pasarnos es que tengamos que darnos la vuelta. 
Con este objetivo hacemos algo de compra para poder desayunar mañana en el hotel (el autobús sale a las 4:30) y para llevarnos un buen bocata para comer. Alquilamos además dos pares de crampones y dos piolets. 

Cenamos opíparamente en el hotel, dejamos todo preparado para rascarle mañana unos minutos más al despertador y nos acostamos prontito. 


Noche de hotel y cena (menú): 94 euros 



lunes, 17 de marzo de 2014

Etapa 3 GR11: Refugio de Conangles (1.555 m.) – Barranco de Ballibierna (2.326 m.), 18 de agosto de 2013

Distancia: 15,4 kilómetros
Desnivel positivo: 1.485 m.
Desnivel negativo: 744 m.
Cota máxima: Collada de Ballibierna (2.728 m.)
Tiempo de marcha: 9 horas y 30 minutos






Tras una noche fresca por la humedad que se desprende de las paredes del refugio, y con bastante ruido de la gente entrando y saliendo, nos levantamos para regalarnos un estupendo desayuno a base de tostadas, bollos, zumo, queso, jamón, barra libre de colacao… Una maravilla. Genis, el guarda del refugio es un tipo simpático al que se le coge cariño rápido, y su perra Cana anda dando vueltas continuamente buscando mimos o comida, lo primero que caiga.
Nos sorprende la visita de la Guardia Civil mientras desayunamos, comprobando el registro de los que hemos dormido allí, será algo rutinario, pero no deja de chocarnos.

Nos ponemos en marcha a las 9:00, un poco tarde, pero el desayuno lo merecía. 


La ruta discurre por la orilla izquierda del río, paralela a la carretera.

Cruzamos algún puente y pasamos brevemente por el borde mismo del cauce, y podemos certificar que las riadas de junio han dejado por aquí clara huella. Nos imaginamos la cantidad de agua y la fuerza con la que debió bajar para desplazar rocas de este tamaño y dejar las orillas como si un gigante las hubiera arañado.


Atravesamos varios prados y con alguna duda sobre por dónde cruzar el río, finalmente llegamos a las 9:45 al cruce con la carretera.


Hacía dos días que no veíamos un vehículo y la verdad es que no lo echábamos nada de menos, así que avanzamos a paso ligero para internarnos de nuevo en la naturaleza y dejar de oír el ruido del tráfico. 




A las 10:00 entramos en territorio aragonés y el recibimiento no puede ser más agradable: el camino remonta el Barranco de Salenques, que baja transparente y con fuerza, haciendo que el resonar del agua nos acompañe aun alejándonos del cauce.

Las hayas, la sombra y el propio camino, que parece sacado de un cuento, nos recuerdan  a la Selva de Irati que tan bien conocemos.


La primera parte del ascenso es dura y empinada, más vale que vamos escondidos bajo las ramas de los árboles porque al raso el sol debe calentar con fuerza… 



Cuando a las 11:35 salimos fuera del abrigo del arbolado, comprobamos que efectivamente el sol calienta, y mucho. A partir de entonces ya no paramos de sudar mientras continuamos el ascenso en continuos zigzags que nos hacen ganar altura a buen ritmo. 
Aprovechamos cada parada para echar la vista atrás y comprobar lo lejos y lo abajo que va quedando ya el cruce con la carretera y sus coches.
A las 12:15 hacemos una parada para picar algo y beber unos largos tragos de agua (que nos parece sudamos en tiempo real), y nos deleitamos con el paisaje, que a veces parece incluir elementos casi decorativos, por el simple gusto de que el conjunto sea más bonito y las fotos nos queden más espectaculares… 



En poco tiempo el paisaje cambia y giramos hacia la izquierda, dejando nuestra espalda la masa de árboles del valle. Seguimos ascendiendo por una senda bien marcada que va esquivando los bloques de rocas, aunque las lluvias de los días pasados hacen que de vez en cuando tengamos que desviarnos para no terminar empapados.


Por aquí ya empezamos a ver alguna que otra rana y escuchamos a lo lejos los gritos de las marmotas, y aunque no las vemos entre tanta piedra, nos acompañan y la verdad es que las echábamos de menos…

A las 12:40 alcanzamos el Estany Gran d´Angliós, y en apenas 10 minutos más llegamos al Refugio d´Angliós (2.220 m.). 

De haber calculado las etapas de otra forma, este es un sitio perfecto para terminar la etapa, aunque siempre cabe la posibilidad de llegar y que no haya sitio, porque aunque el refugio está muy bien es pequeño. Eso sí, está en un lugar privilegiado.


Hacemos una parada para refrescarnos en el río y comer algo, y sin habernos ido ya estamos pensando en que aquí nos gustaría venir a pasar un fin de semana. Superando la enorme tentación de quedarnos aquí al sol como las lagartijas lo que queda de día, a las 13:45 nos echamos a la espalda de nuevo la mochila y arrancamos.

En breve nos encontramos con la bifurcación (2.410 m.) para llegar al Refugio de Llauset, pero preferimos seguir hacia la zona de Ballibierna.

A las 14:15 alcanzamos el Estany Cap d´Angliós, donde una pareja tiene montada la tienda de campaña en la misma orilla, y parecen sacados de un anuncio de material de montaña, porque la estampa es idílica. 

Nos dan un poco de envidia, pero aun nos queda camino por recorrer hoy. De hecho frente a nosotros está ya el Collado de los Estanys o de Riu Güeno, con su cuesta pedregosa esperándonos.

La subida coincide con la peor hora del día, pero por suerte las nubes nos proporcionan algo de sombra. Escuchamos saltar alguna que otra trucha y aprovechamos cada parada para mirar atrás y contemplar cómo los Estanys van quedando atrás y la panorámica se vuelve más y más espectacular.


Coronamos el Collado de los Estanys (2.521 m.) a las 15:00, y nos detenemos a sacar una buena serie de fotos: hacia atrás, los Estanys Cap d´Angliós ofrecen una estampa impresionante, y justo delante nuestra, el Estany Cap de Llauset, de un azul oscuro y profundo, nos muestra el camino a seguir de cara a nuestra última subida del día.


Una vez alcanzado el nivel del Estany (2.448 m.), lo rodeamos por su margen izquierda y aprovechamos para recargar las botellas de agua, que ya están casi vacías, de un torrente cercano.


A las 15:45 comenzamos el ascenso al Collado de Ballibierna, una de esas subidas en zigzags por piedra que nos encantan. Caminamos completamente solos de nuevo, y eso que estamos en pleno mes de agosto.

Se hace dura por el desnivel que salva en poco espacio, pero a paso constante resulta una gozada ver cómo avanzas y cómo la cuesta se va reduciendo. Eso sí, contando con el peso de la mochila, hay que ir haciendo alguna paradita técnica para no terminar desfondados…

Coronamos el Collado (2.728 m.) a las 16:45, ya está totalmente nublado a nuestra espalda, aunque un poco mejor hacia donde vamos.




Desde lo alto del Collado vemos los Ibones de Ballibierna, allá bajo, y con la vista fija en ellos comenzamos el pedregoso descenso.




A las 17:30 hemos alcanzado el primero de los ibones, el Ibon Alto de Ballibierna (2.475 m.), y partir de aquí el camino se convierte en una especie de gymkana en la que, saltando de bloque en bloque, vamos buscando la siguiente marca que nos guíe, con cuidado de no perdernos en este peculiar e inhóspito laberinto. 





Son las 18:00 cuando alcanzamos por fin el Ibon Bajo de Ballibierna (2.426 m.), que al final se estrecha y se estrecha y se convierte en un riachuelo que se descuelga ladera abajo.
Nosotros también nos descolgamos y seguimos bajando por un espolón junto a la orilla derecha del barranco.





A las 18:30, y en vista de que a Jorge hace bastante rato que le duele un pie, buscamos un sitio donde plantar la tienda y lo dejamos por hoy.

La idea era haber llegado hasta el Refugio de Coronas, pero no vale la pena forzar más la máquina llevando tienda y comida a la espalda.



Estamos en un balcón privilegiado sobre la Pleta de Llosás, es nuestra primera noche al raso de la ruta, y lo cierto es que la cogemos con ganas. 
Tras la visita al barranco para asearnos un poco, nos abrigamos bien y nos preparamos una estupenda cena a base de sopa y pasta, que con el día que llevamos nos sabe a menú de cinco tenedores. 

La niebla se nos ha echado encima y ya no podemos saborear las maravillosas vistas de los Montes Malditos, a nuestra derecha, así que en cuanto tenemos todo listo nos acostamos. Inmediatamente después comienza a llover, pero por suerte se trata solo de pequeñas borrascas pasajeras.