Desnivel positivo: 1.290 m.
Desnivel negativo: 790 m.
Cota máxima: Collado de Petrechema, 2.082 m.
Tiempo de marcha: 7 horas y 20 minutos
Ha pasado casi un año desde que
abandonamos la Senda por problemas con la rodilla de Jorge, pero desde entonces
hemos caminado mucho, así que sabemos a ciencia cierta que ahora sí va a
aguantar.
Gracias a que nos guardaron la reserva
del verano pasado vamos a terminar las cuatro etapas restantes, pero la ruta
para nosotros ya no es circular, así que tenemos que ingeniárnoslas para
solucionar el problema de la llegada y la partida. Tras barajar varias opciones
y para no volver locos a familiares y/o amigos, optamos por ir con la furgo
hasta Lescun, pero dejando las bicicletas en el albergue de Somport, con idea
de bajar el último día pedaleando hasta la furgoneta.
Así pues llegamos al camping Lauzaurt
justo a tiempo para la cena y vemos que el comedor está bastante animado y hay
un grupo de varios “camilleros”. Cenamos ensalada y paté de pescado, macarrones
con tomate y salchichas y de postre tarta de manzana y queso. Todo en
abundancia, incluidas las moscas que infestan la sala y que resultan de lo más
molesto.
Las habitaciones del camping están
bastante bien, las camas son cómodas y no hace nada de frío, la única pega son
los ronquidos de algún que otro oso vecino, que no se llama Camille,
precisamente, pero pensamos que hace el mismo ruido.
A la mañana siguiente desayunamos bien
y hacemos los últimos preparativos en la furgo, y ya con todo listo y habiendo
estirado un poquito, retomamos la travesía donde la dejamos.
Salimos a las 8:10 y comenzamos a
caminar por la carretera siguiendo las indicaciones hacia Ansabère, pasando por
varias casitas y alguna granja. El paisaje que rodea a Lescun es maravilloso,
su circo dolomítico no tiene nada que enviar a otras zonas más agrestes del
Pirineo e incluso de los Alpes, y aunque ya hemos estado por aquí en otras
ocasiones, la vista en un día claro es espectacular. Los picos Billare (2.309 y
2.238 m.), Dec de Lhurs (2.176 m.), Pène Blanque (2.383 y 2.386 m.), Agujas de
Ansabère (2.378 y 2.254 m.), Petrechema (2.371 m.), etc. nos acompañan con sus
majestuosas siluetas durante la jornada y vamos planificando mentalmente otras
subidas, otras excursiones…
En poco rato la carretera se convierte
en pista, y aunque apenas hay desnivel, los dos meses que han pasado desde el
último fin de semana en el monte (y sobre todo los excesos sanfermineros) pesan
sobre mi mochila y las fuerzas flaquean, falta de entrenamiento, creo que le
llaman.
Vamos pasando junto a varias bordas de
ganado donde las vacas pastan tranquilamente, el paisaje que tienen alrededor es
espectacular, aunque nos queda la duda de si le sacarán el mismo gusto que
nosotros.
Pasado el primer parking nos
adentramos en el bosque de Landrosque y continuamos por pista hasta llegar al
segundo parking, donde por fin termina y arranca el sendero, desde un precioso
claro en el que podríamos sin esfuerzo quedarnos todo el día mirando a las
Agujas de Ansabère.
A medida que comenzamos el ascenso nos
vamos sintiendo cada vez más entonados, curiosamente tras la pájara inicial,
cuanta más altura ganamos y conforme la subida se va haciendo más trabajosa por
la dificultad del terreno, con más ganas subimos.
Hacemos un pequeño descanso a las 12:00 en las Cabanes d´Ansabère (1.600 m.) que tienen fuente (hace mucho calor, así que recargar las cantimploras con agua extra nos viene genial) y una panorámica privilegiada de las Agujas y del camino hacia abajo que ya hemos recorrido.
Con fuerzas
renovadas afrontamos la subida al Collado de Petrechema (2.084 m.) por un
canchal que asciende sin descanso y bajo un sol que nos hace sudar
profusamente. El ritmo se hace algo más lento pero somos constantes y coronamos
la cima a las 12:40 sin mayor sufrimiento. Durante la subida coincidimos con la
gente que ya lleva varias etapas de la Senda y comenzamos a entablar
conversación con quienes compartiremos la bajada y parte de las jornadas
posteriores.
La ascensión nos ha parecido preciosa, desde el Collado las vistas son
impactantes allí donde se mire, y nos parece un lugar inmejorable para degustar
nuestro bocata de tortilla que nos trajimos ayer de casa, aunque las chovas nos
vigilan de cerca y se arriman por si algún trozo se nos despista. No tienen
suerte porque no dejamos ni las migas y parece que protestan con sus graznidos,
que retumban en la roca.
A partir de este punto ya todo el camino es de descenso hasta Linza. La
Senda toma el camino de la izquierda, por las Foyas del Ingeniero, aunque
también es posible tomar el Camino de Francia, que suele ser la subida clásica
tanto para el Petrechema como para La Mesa de los Tres Reyes (2.448 m.). A nosotros sin duda nos
parece mucho más bonita la primera opción: caminar por el paisaje de las Foyas
es una delicia, la roca descarnada se alterna con pinos negros aquí y allá, y
aunque hay que andarse con ojo porque el sendero es estrecho, la bajada es impresionante.
Bajamos con dos chicos de Bilbo, Mikel y Sergio, a un paso cómodo debido a
las molestas ampollas que sufre este último, pero aprovechamos para comentar
rutas y viajes y disfrutar de la compañía.
Nos internamos en un bosquecillo cuya sombra se agradece y por el que
vamos cómodamente paseando (con un tramo de pista intercalado) y que abandonaremos
ya justo al salir al Plano de la Casa (1.340 m.), donde se sitúa el refugio de
Linza.
Llegamos al refugio a las 15:30, sellamos, nos pegamos una ducha y nos
situamos en la habitación. Para pasar la tarde nos bajamos a lo poco que queda
de río a estas alturas de verano, a meter nuestros recocidos pies en agua fresca,
mientras planificamos la dura etapa de mañana acompañados por fauna diversa:
renacuajos, tritones e incluso una truchilla curiosa.
Echamos unas partidas de parchís antes de cenar (guisantes con jamón, ensalada, pavo guisado con patatas y yogur) y luego nos quedamos un
rato de sobremesa con los “camilleros”, algunos de los cuales dan por terminada
hoy la ruta y están más que animados.