Desnivel positivo: 1.640 m.
Desnivel negativo: 1.600 m.
Cota máxima: Achar de Alano, 1.900 m.
Tiempo de marcha: 11 horas y 50 minutos
Hoy tenemos por delante la etapa más
larga y más dura de toda la travesía, estamos hechos a la idea y para ir con
calma madrugamos mucho. Nos metemos entre pecho y espalda un desayuno como para
aguantar sin comer dos días a base de zumo de naranja, yogur, tostadas con
mantequilla, galletas, cereales… todo ello aderezado con un buen par de
colacaos, ¡casi nada, vaya! Puede parecer excesivo, pero ya sospechamos que el
aporte calórico va a ser más que necesario para alcanzar el objetivo de hoy.
Nos pedimos unos bocatas para comer a
lo largo del día (por si con el desayuno de los campeones no fuera suficiente…)
y tras despedirnos de los compis que van a continuar la Senda por la variante
de la Selva de Oza, nos ponemos en marcha a las 7:10.
La etapa comienza con un tramo poco
lucido, no por el paisaje, que es una maravilla, sino porque se trata de la
carretera que une el refugio de Linza con el camping de Zuriza. Hay que decir
que es poco transitada (aunque nosotros ya hemos perdido la cuenta de las veces
que la hemos recorrido) y más aún un viernes a estas horas, pero de todos modos
andar por asfalto no es lo ideal cuando haces una ruta de montaña.
Llegamos al cruce del camping a las
8:00 y continuamos hacia el este por la pista (ya sin asfaltar) que conduce a
Taxeras, que avanza paralela a la Sierra D´Alano, y que coincide con un tramo
de la GR11.
Llegamos a Taxeras a las 8:30, hasta ahora hemos ido caminando a la sombra
pero el sol comienza ya a alcanzar el fondo del valle y a nosotros con él.
Dejamos la GR11 que se dirige al Collado de Petraficha y comenzamos el
ascenso al único paso franqueable de la Sierra D´Alano. Cruzamos el puente y
nos internamos en un bosque que nos hace pensar que bien podría grabarse allí
algún anuncio de material de acampada, por lo idílico del entorno, aunque no
tenemos tiempo para deternos y seguimos adelante. Nada más abandonar el bosque
nos salen a encuentro dos perros que defienden con celo el ganado, la verdad
que imponen y no vemos el momento de dejarlos atrás a ellos y a sus
estruendosos ladridos…
El sendero se corta en repetidas ocasiones con los zigzags de la pista y
finalmente coincide con ella unos cientos de metros antes de separarse
definitivamente: la pista gira a la izquierda y nosotros continuamos la
ascensión directos al paso, ese corte en forma de V entre los descomunales
bloques de piedra desnuda.
El sendero es precioso, el bosque ha quedado atrás y hemos ganado bastante
altura, así que ahora vemos desde arriba
el Valle de Taxeras y la vista es maravillosa. La subida está salpicada por
árboles retorcidos y solitarios que guían el camino, incluso nos parece que lo
vigilan, además de proporcionar algo de sombra para recuperar el aliento.
Poco a poco el verde de los pastos se convierte en roca suelta y frenamos
un poco el ritmo, por el esfuerzo y por ir mirando con cuidado por donde
andamos. Coronamos el Collado del Achar de Alano (1.900 m.) a las 10:20 con la
lengua fuera, aunque nos recuperamos enseguida tras un breve tentenpié, porque
sudados como estamos pararse a la sombra y con el aire que sopla aquí arriba no
es buena idea, que este año no queremos abandonar.
Al pasar el Collado se abre ante
nosotros una zona de pastos de altura desde la que nacen varios senderos para
ascender a otros tantos picos, como Peñaforca (2.391 m.), Ralla de Forca (2.131
m.) o Peña de Cuello Marcón (2.065 m.). Hay que estar atento porque no es
difícil confundirse de camino, de hecho este es uno de los momentos en los que
echamos en falta una mejor señalización de la Senda, aunque también debo decir
que nosotros y solo nosotros somos los responsables de la pifia que supone el
camino elegido a partir de este punto.
La Senda desciende unos 500 metros por
el Estrecho de a Ralla para volver a ascenderlos más tarde por la Selva de lo
Furno, esta es la versión oficial y la que recomiendo a cualquiera que pretenda
hacer la travesía (en cualquiera de sus dos direcciones). Hay sin embargo otro
camino que conduce al Collado de Lenito Baxo, que no tiene apenas desnivel ya
que discurre “colgado” y paralelo a la Senda, pero que no es sencillo en
absoluto, y que desde luego no supone ni un recorte en el tiempo de marcha, ni
una mejora en la comodidad de la misma. Es cierto que no tenemos que bajar para
volver a subir, pero el camino es expuesto, estrecho, inexistente en la mayoría
del trayecto y arriesgado en dos o tres pasos, más si tenemos en cuenta la
mochila con la que cargamos.
Coronamos el Collado de Lenito Baxo
(1.716 m.) a las 13:30, con una sensación de alivio enorme por haber salido
ilesos de semejante despropósito de atajo, con las piernas llenas de arañazos y
con unas ganas de terminar ya la etapa importantes, pero nada más lejos de la
realidad. Allá a lo lejos se ve ya el refugio de Gabardito, casi en línea recta
desde nuestra posición, pero con una importante bajada y una última subida
antes de alcanzarlo. Ver la meta tan cerca y a la vez tan lejos nos recuerda a
la travesía del Campo Base del Annapurna que hicimos el año pasado, donde una y
otra vez se repite esta jugarreta: pueblos enfrente unos de otros pero
separados por un río en el fondo del valle que hay que cruzar prácticamente a
la altura del agua…
Llegamos al cruce de la carretera a
las 15:15, no veíamos ya la hora de terminar la bajada, aun sabiendo que
todavía nos resta una subida para terminar el día. Dada la hora que es hace un
calor asfixiante y pensamos darnos un rápido baño en el río a ver si revivimos,
pero resulta que aquí es peligroso bañarse y está prohibido, tremenda
desilusión.
Optamos por situarnos ya en camino
hacia Gabardito: recorremos unos metros en dirección a Siresa y en breve
aparece el desvío al refugio, seguido por el Puente de Santa Ana (940 m.), a
partir de aquí la Senda comparte trazado con la GR11. Buscamos una buena sombra donde poder comernos el
bocadillo y nos quitamos las botas porque nuestros recalentados pies nos lo
piden a gritos.
Descansamos un buen rato, hacemos
acopio de las pocas fuerzas que nos quedan y nos ponemos de nuevo en marcha a
las 16:00. La subida al refugio se hace sencillamente agónica: nos cuesta dar
con el camino correcto en un par de ocasiones, el sendero asciende sin tregua y
el cansancio de todo el día va pesando.
Es posible hacer el ascenso más leve
siguiendo el trazado de la carretera, pero no nos vemos con ganas de añadir
distancia al recorrido, aunque esto lo haga más duro. Eso sí, más vale que
vamos por la sombra y que a mitad de camino damos con la Fuente de Balandin,
donde unos scouts nos miran curiosos beber agua sin parar como si acabáramos de
llegar tras una semana perdidos en el Sahara.
El camino se cruza siete veces con la
carretera, y cada una de ellas pienso “si pasa un coche le digo que me lleve”,
pero en ese momento no pasa nadie y tengo demasiadas ganas de llegar como para
sentarme a esperar, así que continúo hasta el siguiente cruce, donde tampoco
pasa nadie… así sucesivamente hasta que llegamos al refugio a las 18:00, al
límite literalmente de mis fuerzas.
Me he ganado el aquarius, la ducha y
la cena, pero lo que más me satisface de todo ello es la sensación de haber
llegado caminando, sencillamente.
Nos duchamos y el cuerpo lo agradece,
aunque el esfuerzo se nota, ha sido una etapa muy dura, muy larga y no
precisamente la más bonita.
Hacemos tiempo hasta la cena leyendo
revistas de montaña y jugando al parchís. Cenamos fideuá de pescado, ensalada y
croquetas de jamón, todo ello en cantidad, porque ya ni nos acuerdamos del
atracón que nos dimos en el desayuno, ¡parece que hayan pasado cuarenta horas
desde entonces! Compartimos mesa y animada conversación con una pareja
valenciana, Vicente y Susi, y les llenamos la cabeza de recomendaciones para
viajar a Nepal, que el tema da mucho de sí…
El día aún nos regala un bonito
atardecer que disfrutamos con la buena música que ponen en el refugio y un
colacao bien calentito y nos metemos a la cama pronto, pensando en la jornada
leve que tenemos para mañana…
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