Archivo del blog

jueves, 2 de mayo de 2013

Cuarta etapa Senda de Camille: Linza (1.340 m.) - Gabardito (1.380 m.) 27 de julio de 2012

Distancia: 22,9 kilómetros
Desnivel positivo: 1.640 m.
Desnivel negativo: 1.600 m.
Cota máxima: Achar de Alano, 1.900 m.
Tiempo de marcha: 11 horas y 50 minutos


Hoy tenemos por delante la etapa más larga y más dura de toda la travesía, estamos hechos a la idea y para ir con calma madrugamos mucho. Nos metemos entre pecho y espalda un desayuno como para aguantar sin comer dos días a base de zumo de naranja, yogur, tostadas con mantequilla, galletas, cereales… todo ello aderezado con un buen par de colacaos, ¡casi nada, vaya! Puede parecer excesivo, pero ya sospechamos que el aporte calórico va a ser más que necesario para alcanzar el objetivo de hoy.
Nos pedimos unos bocatas para comer a lo largo del día (por si con el desayuno de los campeones no fuera suficiente…) y tras despedirnos de los compis que van a continuar la Senda por la variante de la Selva de Oza, nos ponemos en marcha a las 7:10.

La etapa comienza con un tramo poco lucido, no por el paisaje, que es una maravilla, sino porque se trata de la carretera que une el refugio de Linza con el camping de Zuriza. Hay que decir que es poco transitada (aunque nosotros ya hemos perdido la cuenta de las veces que la hemos recorrido) y más aún un viernes a estas horas, pero de todos modos andar por asfalto no es lo ideal cuando haces una ruta de montaña.
Llegamos al cruce del camping a las 8:00 y continuamos hacia el este por la pista (ya sin asfaltar) que conduce a Taxeras, que avanza paralela a la Sierra D´Alano, y que coincide con un tramo de la GR11.



Llegamos a Taxeras a las 8:30, hasta ahora hemos ido caminando a la sombra pero el sol comienza ya a alcanzar el fondo del valle y a nosotros con él.

Dejamos la GR11 que se dirige al Collado de Petraficha y comenzamos el ascenso al único paso franqueable de la Sierra D´Alano. Cruzamos el puente y nos internamos en un bosque que nos hace pensar que bien podría grabarse allí algún anuncio de material de acampada, por lo idílico del entorno, aunque no tenemos tiempo para deternos y seguimos adelante. Nada más abandonar el bosque nos salen a encuentro dos perros que defienden con celo el ganado, la verdad que imponen y no vemos el momento de dejarlos atrás a ellos y a sus estruendosos ladridos…

El sendero se corta en repetidas ocasiones con los zigzags de la pista y finalmente coincide con ella unos cientos de metros antes de separarse definitivamente: la pista gira a la izquierda y nosotros continuamos la ascensión directos al paso, ese corte en forma de V entre los descomunales bloques de piedra desnuda.



El sendero es precioso, el bosque ha quedado atrás y hemos ganado bastante altura, así que  ahora vemos desde arriba el Valle de Taxeras y la vista es maravillosa. La subida está salpicada por árboles retorcidos y solitarios que guían el camino, incluso nos parece que lo vigilan, además de proporcionar algo de sombra para recuperar el aliento.

Poco a poco el verde de los pastos se convierte en roca suelta y frenamos un poco el ritmo, por el esfuerzo y por ir mirando con cuidado por donde andamos. Coronamos el Collado del Achar de Alano (1.900 m.) a las 10:20 con la lengua fuera, aunque nos recuperamos enseguida tras un breve tentenpié, porque sudados como estamos pararse a la sombra y con el aire que sopla aquí arriba no es buena idea, que este año no queremos abandonar.




Al pasar el Collado se abre ante nosotros una zona de pastos de altura desde la que nacen varios senderos para ascender a otros tantos picos, como Peñaforca (2.391 m.), Ralla de Forca (2.131 m.) o Peña de Cuello Marcón (2.065 m.). Hay que estar atento porque no es difícil confundirse de camino, de hecho este es uno de los momentos en los que echamos en falta una mejor señalización de la Senda, aunque también debo decir que nosotros y solo nosotros somos los responsables de la pifia que supone el camino elegido a partir de este punto.

La Senda desciende unos 500 metros por el Estrecho de a Ralla para volver a ascenderlos más tarde por la Selva de lo Furno, esta es la versión oficial y la que recomiendo a cualquiera que pretenda hacer la travesía (en cualquiera de sus dos direcciones). Hay sin embargo otro camino que conduce al Collado de Lenito Baxo, que no tiene apenas desnivel ya que discurre “colgado” y paralelo a la Senda, pero que no es sencillo en absoluto, y que desde luego no supone ni un recorte en el tiempo de marcha, ni una mejora en la comodidad de la misma. Es cierto que no tenemos que bajar para volver a subir, pero el camino es expuesto, estrecho, inexistente en la mayoría del trayecto y arriesgado en dos o tres pasos, más si tenemos en cuenta la mochila con la que cargamos.


Coronamos el Collado de Lenito Baxo (1.716 m.) a las 13:30, con una sensación de alivio enorme por haber salido ilesos de semejante despropósito de atajo, con las piernas llenas de arañazos y con unas ganas de terminar ya la etapa importantes, pero nada más lejos de la realidad. Allá a lo lejos se ve ya el refugio de Gabardito, casi en línea recta desde nuestra posición, pero con una importante bajada y una última subida antes de alcanzarlo. Ver la meta tan cerca y a la vez tan lejos nos recuerda a la travesía del Campo Base del Annapurna que hicimos el año pasado, donde una y otra vez se repite esta jugarreta: pueblos enfrente unos de otros pero separados por un río en el fondo del valle que hay que cruzar prácticamente a la altura del agua…


Picamos algo y le damos un poco de tregua a las piernas antes de afrontar la bajada hasta la carretera de Oza, que resulta agotadora: comienza por prados, con multitud de senderos que aparecen y desaparecen confundiéndonos (y hoy ya no estamos para líos…) y luego por una pista criminal (irregular, incómoda y llena de piedras sueltas) que hace que nuestras rodillas empiecen a quejarse.
Llegamos al cruce de la carretera a las 15:15, no veíamos ya la hora de terminar la bajada, aun sabiendo que todavía nos resta una subida para terminar el día. Dada la hora que es hace un calor asfixiante y pensamos darnos un rápido baño en el río a ver si revivimos, pero resulta que aquí es peligroso bañarse y está prohibido, tremenda desilusión.
Optamos por situarnos ya en camino hacia Gabardito: recorremos unos metros en dirección a Siresa y en breve aparece el desvío al refugio, seguido por el Puente de Santa Ana (940 m.), a partir de aquí la Senda comparte trazado con la GR11. Buscamos  una buena sombra donde poder comernos el bocadillo y nos quitamos las botas porque nuestros recalentados pies nos lo piden a gritos.
Descansamos un buen rato, hacemos acopio de las pocas fuerzas que nos quedan y nos ponemos de nuevo en marcha a las 16:00. La subida al refugio se hace sencillamente agónica: nos cuesta dar con el camino correcto en un par de ocasiones, el sendero asciende sin tregua y el cansancio de todo el día va pesando.
Es posible hacer el ascenso más leve siguiendo el trazado de la carretera, pero no nos vemos con ganas de añadir distancia al recorrido, aunque esto lo haga más duro. Eso sí, más vale que vamos por la sombra y que a mitad de camino damos con la Fuente de Balandin, donde unos scouts nos miran curiosos beber agua sin parar como si acabáramos de llegar tras una semana perdidos en el Sahara.
El camino se cruza siete veces con la carretera, y cada una de ellas pienso “si pasa un coche le digo que me lleve”, pero en ese momento no pasa nadie y tengo demasiadas ganas de llegar como para sentarme a esperar, así que continúo hasta el siguiente cruce, donde tampoco pasa nadie… así sucesivamente hasta que llegamos al refugio a las 18:00, al límite literalmente de mis fuerzas.
Me he ganado el aquarius, la ducha y la cena, pero lo que más me satisface de todo ello es la sensación de haber llegado caminando, sencillamente.



En lo que nos cuesta recuperar el aliento y quitarnos las botas empieza a llover, no nos lo podemos creer… si llega a llover hace una hora hubiera sido criminal, al final hemos tenido suerte y todo.
Nos duchamos y el cuerpo lo agradece, aunque el esfuerzo se nota, ha sido una etapa muy dura, muy larga y no precisamente la más bonita.
Hacemos tiempo hasta la cena leyendo revistas de montaña y jugando al parchís. Cenamos fideuá de pescado, ensalada y croquetas de jamón, todo ello en cantidad, porque ya ni nos acuerdamos del atracón que nos dimos en el desayuno, ¡parece que hayan pasado cuarenta horas desde entonces! Compartimos mesa y animada conversación con una pareja valenciana, Vicente y Susi, y les llenamos la cabeza de recomendaciones para viajar a Nepal, que el tema da mucho de sí…
El día aún nos regala un bonito atardecer que disfrutamos con la buena música que ponen en el refugio y un colacao bien calentito y nos metemos a la cama pronto, pensando en la jornada leve que tenemos para mañana…



No hay comentarios:

Publicar un comentario