Desnivel positivo: 340 m.
Desnivel negativo: 340 m.
Tiempo de marcha: menos de una hora
Suena el
despertador a las 4:20, y como zombies nos ponemos en movimiento, con mucha
pereza por lo bien que estábamos en la cama, pero con muchas ganas de disfrutar
la mañana que tenemos por delante.
Ghorepani es un
lugar estratégico dentro de la zona del Annapurna, ya que es la base para
ascender al Poon Hill (una montaña de 3.210 m. a la que aquí llaman colina)
desde la que se puede contemplar el Daulaghiri, que con sus 8.167 m. es la
séptima montaña más alta de la tierra. La subida es muy corta y por tanto se
suele subir de noche para poder contemplar el amanecer arriba, desde una torre
de observación que hay en la cima.
Nada más salir del hotel nos encontramos con gente acomodándose sus frontales y mochilas y en apenas unos minutos estamos totalmente integrados en una fila que asciende poco a poco en la oscuridad. Parecemos una extraña peregrinación de luciérnagas, avanzando con cuidado mientras el día se va abriendo paso.
El último tramo se nos hace eterno, ya que la claridad es cada vez mayor y el ritmo de subida es desesperadamente lento, con lo que vamos cardiacos pensando en que a este paso no vamos a poder ver amanecer arriba. Por fin alcanzamos la cima a las 5:30, y subimos directamente a la torre para poder coger sitio, aun viene mucha gente detrás y la torre no es muy grande, así que hay que andarse espabilado.
Es la primera vez
que superamos la barrera de los 3.000 metros y no tenemos ni idea de la
tradición de brindar con champán al hacerlo, así que nos choca ver a grupos
descorchando botellas bajo nosotros.
Estamos más
concentrados en hacer buenas fotos y en no perdernos un detalle del espectáculo
que se inicia ante nosotros: a nuestra espalda, el sol va saliendo lentamente a
la derecha de la silueta tan característica del Machhapuchhure o Fish Tail
(6.993 m.), creando una panorámica maravillosa; a nuestra derecha los picos Annapurna
Sur (7.219 m.), Hiunchuli (6.441 m.), Baraha Sikhar (7.647 m.) y Nilgiri Sur
(6.839 m.) se van iluminando poco a poco, y frente a nosotros, el Daulaghiri sale
de las sombras nocturnas y parece saludar al nuevo día.
Por momentos como
este es por lo que decidimos cruzar medio mundo y venir a Nepal, y ahora vemos
que hasta el último minuto pasado en el avión ha sido bien empleado. El poder
estar aquí, rodeados de estas majestuosas montañas, tan cerca que casi parece
que podemos rozarlas con los dedos, pero a la vez tan lejanas e inalcanzables
que parecen encontrarse en otra dimensión… asistimos a uno de esos instantes que se
quedan grabados en tu mente para siempre, impresionante.
La mañana está
totalmente despejada y la visibilidad es perfecta, y perdemos la cuenta de las
fotos que hacemos. Las nieves de las cumbres, que al llegar a la cima parecían de
color rosa, se vuelven naranjas y luego blancas, los picos resplandecen, las
banderolas ondean al viento y nosotros nos emocionamos apretando el disparador
una y otra vez.
Nos imaginamos que
tal vez hoy alguien esté intentando alcanzar alguna de las cimas que nos
rodean, y esperamos que la luz de la mañana le haya reconfortado tanto como a
nosotros, y que la suerte le acompañe.
La foto con el
cartel de la cima es obligada y hay que esperar el turno porque hay cola, así
que una vez hecha, nos ponemos en camino a las 6:50, satisfechos y emocionados.
Nos detenemos en el
descenso en un pequeño mirador a la derecha del camino, con una panorámica
inmejorable del Annapurna Sur, con la ventaja añadida de que aquí no hay nadie
más que nosotros.
A las 7:45 ya estamos de regreso en el lodge, nos damos una buena ducha, recogemos todo, y nos regalamos un estupendo desayuno, ya que la etapa que tenemos por delante es larga y hay que ponerse en camino.
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