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sábado, 16 de noviembre de 2013

Quinta etapa Annapurna Trek: Dobhan (2.520 m.) - Annapurna Base Camp (4.130 m.) 12 de octubre de 2011

Distancia: 11 kilómetros
Desnivel positivo: 1.700 m.
Desnivel negativo: 75 m.
Tiempo de marcha: 7 horas

Como el resto de noches que llevamos en ruta, ésta que damos por terminada a las 6:30 no ha destacado por lo bien que hemos dormido. Los colchones y almohadas (que para llegar a estas camas alguien ha tenido que acarrear desde el valle) son de una delgadez casi anoréxica, y las horas de caminata con la mochila a la espalda van pasando factura, así que nos cuesta estirarnos por las mañanas, y la de hoy no va a ser menos.

De forma mecánica empaquetamos la mochila y nos vestimos. Nada más llegar al comedor los dueños del lodge van poniendo sobre la mesa el desayuno que dejamos encargado ayer para poder salir hoy temprano. En el comedor hace frío y desayunamos rápido para ponernos en marcha, con la esperanza de entrar así en calor. 

Comenzamos a caminar bien abrigados, y aunque poco a poco nos iremos desprendiendo de la ropa, nos cuesta sacar el frío que se nos ha metido en el cuerpo.

Llegamos a Himalaya (2.920 m.) a las 8:00, y nos cruzamos con un rebaño de cabras que nos retrasa unos minutos, pero que nos hace echarnos unas risas con alguna que anda despistada, y no tenemos claro si el pastor le echa en falta o no…


Seguimos ascendiendo y alcanzamos Deurali (3.200 m.) a las 9:15. Aun caminamos en sombra, y la temperatura no invita a detenerse, así que continuamos, y cuando por fin conseguimos asomarnos a la zona soleada, paramos brevemente y picamos unas galletitas. 


Durante las etapas anteriores hemos pasado un calor que no entraba dentro de nuestros planes, hemos sudado cada gota de agua que nos bebíamos, goteando literalmente. Hemos visto monos comiendo tranquilamente a poca distancia, en la espesura de la jungla. Ahora sin embargo la altura se va notando y al entrar en el valle del Modi Khola, nos encontramos entre dos paredes escarpadas que flanquean el río, con arbustos en vez de árboles, lo que nos deja expuestos al viento helador de las montañas. La etapa es una continua subida de unos 1.700 metros de desnivel, pero se hace bastante llevadera en comparación con los “sube-baja” de días anteriores.

El cambio en el paisaje es abrumadoramente bello, y nos vamos aproximando a la idea que todos tenemos cuando pensamos en las impresionantes montañas del Himalaya. La silueta del Machhapuchhre (6.997 m.) nos acompaña a la derecha, y nos alegramos de haber dejado atrás las interminables escaleras de piedra y caminar al fin por una senda.





















Llegamos al Campo Base del Machhapuchhre (3.700 m.) a las 11:20 y hacemos una parada para degustar una pizza, un poco de queso de yak y un poco de jamón serrano (que llevamos escondido en la mochila como si de un tesoro se tratara) junto con Álvaro y Jordina. La niebla se nos echa encima literalmente y el frío no invita a detenerse mucho rato, así que nos ponemos en marcha a las 12:30 y afrontamos los últimos 600 metros de subida hacia el objetivo: el Annapurna Base Camp.
El camino gira bruscamente al Oeste y gana altura muy cómodamente, y vamos levantando la cabeza para admirar, cuando las nubes lo permiten, los gigantes nevados que se alzan frente a nosotros.

Llegamos al ABC (4.130 m.) a las 14:00, recortando un poco el tiempo establecido, yo creo que caminamos más rápido de la cuenta por las ganas que tenemos de llegar… Como si llegáramos a una cumbre del Pirineo que tanto conocemos, el subidón es impresionante. La única diferencia cuantitativa es que aquí tenemos delante mismo de nuestras narices la descomunal pared sur del Annapurna I, y a su alrededor, todo un circo de majestuosas y amenazantes montañas.


Con miedo de que las nubes se vayan cerrando cada vez más y no nos dejen disfrutar de las vistas, dejamos rápidamente las mochilas en la habitación y nos vamos bien abrigados y a bastante buen paso más arriba del Campo Base, hacia el glaciar, a intentar acercarnos lo máximo que podamos a estas montañas que casi parece podemos agarrar con los dedos...


La climatología variable del Himalaya nos demuestra una vez más que en apenas unos minutos puede cubrir o despejar el cielo a su antojo, pero esta vez somos afortunados y podemos disfrutar de unas vistas impresionantes del circo. La visión de los colosos bajo su manto de nieve perpetua es para nosotros un sueño hecho realidad, y disparamos una y otra vez la cámara, ya que cada instante o perspectiva brinda una imagen diferente: con o sin banderolas, con o sin nubes, con o sin nosotros… 
Pasamos largo rato inmersos en el placer de contemplar lo que nos rodea, intentado retener en la mente y en la retina un momento de paz absoluta, con la satisfacción añadida de haber llegado hasta aquí gracias a nuestro propio esfuerzo. En este momento desaparecen las agujetas, el leve esguince en el pie de hace un par de jornadas, los miles de escalones de piedra que hemos subido y bajado (y que aún nos quedan por subir y bajar en el regreso), los madrugones, el peso de la mochila… Es sencillamente un instante perfecto que poder evocar en el futuro en la comodidad de nuestra casa, cuando la vida que llevamos parece llegar a sacarnos de quicio.


Cuando la niebla comienza a echarse, un aura de misterio y misticismo envuelve el paisaje, haciéndolo más bello si cabe, pero al ocultarse el sol se nota la bajada de la temperatura y optamos por bajar al lodge e ir pidiendo la cena.



La reserva de habitación que teníamos se ha convertido en una habitación para cuatro, a compartir con nuestros nuevos compañeros Álvaro y Jordina. Nos llevamos bien así que no nos importa lo más mínimo, y la verdad es que con el poco alojamiento que hay aquí disponible, es normal que intenten aprovecharlo al máximo.
Una vez instalados nos regalamos una estupenda cena a base de macarrones (para variar) y de patatas fritas, en el comedor común más acogedor que hemos tenido hasta el momento.

Después de cenar, y aprovechando que hoy hay luna llena (casualidades de la vida, o la suerte del viajero), decidimos salir de nuevo a contemplar las montañas. La noche está totalmente despejada y la vista quita la respiración, la nieve brilla literalmente a la luz de la luna, el silencio es absoluto y nos sentimos en el mismísimo confín de la tierra.

El frío se deja sentir y nos metemos en el saco a eso de las 21:00, con idea de darnos un buen madrugón en unas pocas horas para ver amanecer. 



1 comentario:

  1. Qué recuerdos..
    Estuve también haciendo ese trek en 2009 pero me puse enfermo y cogí un trancazo impresionante, fiebre etc..no pude subir y pasar la última noche en el ABC,si llego a subir me muero,tuve que bajarme..
    Ha sido bueno haber visto estas fotos tan bien hechas,muchos de los sitios por los que pasasteis los tengo en mi recuerdo ,los nombres de los "pueblos",los baños,las escaleras,hasta los nombres de los guesthouse,estuve en los mismos lugares...
    Estuve un mes viajando por India y Nepal, buenos recuerdos guardo.
    Me gustaría volver algún día para disfrutar la montaña con más calma.Todo el mundo va demasiado rápido, no me gustó el ritmo de los occidentales moviéndose por los treks como si no corrieran suficiente en su vida occidental.Si no dispones de tiempo es mejor no subir tanto,se está muy bien sin llegar hasta arriba, disfrutando con más calma los paisajes ,disfrutar de que tienes agua caliente, mejor comida y también hay más gente,claro.. Como digo, hay muchas cosas que disfrutar sin obsesionarse tanto por subir arriba,las vistas son muy bonitas pero es que ahí arriba no se puede estar en condiciones a no ser que sea subir y bajar, o salvo que seas montañero y quieras escalar el Annapurna,claro...Yo aprendí una lección importante,el alpinismo para los alpinistas,,a mi me gusta la montaña para disfrutarla no para sufrirla..y como deporte,pues prefiero practicar otros la verdad..
    Saludos!!

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