Desnivel positivo: 1.700 m.
Desnivel negativo: 75 m.
Tiempo de marcha: 7 horas
Como el resto de
noches que llevamos en ruta, ésta que damos por terminada a las 6:30 no ha destacado por lo bien que
hemos dormido. Los colchones y almohadas (que para llegar a estas camas alguien
ha tenido que acarrear desde el valle) son de una delgadez casi anoréxica, y
las horas de caminata con la mochila a la espalda van pasando factura, así que
nos cuesta estirarnos por las mañanas, y la de hoy no va a ser menos.
De forma mecánica
empaquetamos la mochila y nos vestimos. Nada más llegar al comedor los dueños
del lodge van poniendo sobre la mesa el desayuno que dejamos encargado ayer
para poder salir hoy temprano. En el comedor hace frío y desayunamos rápido
para ponernos en marcha, con la esperanza de entrar así en calor.
Comenzamos a
caminar bien abrigados, y aunque poco a poco nos iremos desprendiendo de la
ropa, nos cuesta sacar el frío que se nos ha metido en el cuerpo.
Llegamos a Himalaya (2.920 m.) a las 8:00, y nos cruzamos con un rebaño de cabras que nos retrasa unos minutos, pero que nos hace echarnos unas risas con alguna que anda despistada, y no tenemos claro si el pastor le echa en falta o no…
Seguimos ascendiendo
y alcanzamos Deurali (3.200 m.) a las 9:15. Aun caminamos en sombra, y la
temperatura no invita a detenerse, así que continuamos, y cuando por
fin conseguimos asomarnos a la zona soleada, paramos brevemente y picamos unas
galletitas.
Durante las etapas
anteriores hemos pasado un calor que no entraba dentro de nuestros planes,
hemos sudado cada gota de agua que nos bebíamos, goteando literalmente. Hemos
visto monos comiendo tranquilamente a poca distancia, en la espesura de la
jungla. Ahora sin embargo la altura se va notando y al entrar en el valle del
Modi Khola, nos encontramos entre dos paredes escarpadas que flanquean el río,
con arbustos en vez de árboles, lo que nos deja expuestos al viento helador de
las montañas. La etapa es una
continua subida de unos 1.700 metros de desnivel, pero se hace bastante llevadera
en comparación con los “sube-baja” de días anteriores.
El cambio en el
paisaje es abrumadoramente bello, y nos vamos aproximando a la idea que todos
tenemos cuando pensamos en las impresionantes montañas del Himalaya. La silueta
del Machhapuchhre (6.997 m.) nos acompaña a la derecha, y nos alegramos de haber dejado
atrás las interminables escaleras de piedra y caminar al fin por una senda.
Llegamos al Campo
Base del Machhapuchhre (3.700 m.) a las 11:20 y hacemos una parada para
degustar una pizza, un poco de queso de yak y un poco de jamón serrano (que
llevamos escondido en la mochila como si de un tesoro se tratara) junto con Álvaro
y Jordina. La niebla se nos echa encima literalmente y el frío no invita a
detenerse mucho rato, así que nos ponemos en marcha a las 12:30 y afrontamos
los últimos 600 metros de subida hacia el objetivo: el Annapurna Base Camp.
El camino gira bruscamente
al Oeste y gana altura muy cómodamente, y vamos levantando la cabeza para
admirar, cuando las nubes lo permiten, los gigantes nevados que se alzan frente
a nosotros.
Llegamos al ABC (4.130
m.) a las 14:00, recortando un poco el tiempo establecido, yo creo que
caminamos más rápido de la cuenta por las ganas que tenemos de llegar… Como si llegáramos a una cumbre del Pirineo
que tanto conocemos, el subidón es impresionante. La única diferencia
cuantitativa es que aquí tenemos delante mismo de nuestras narices la
descomunal pared sur del Annapurna I, y a su alrededor, todo un circo de
majestuosas y amenazantes montañas.
Con miedo de que las nubes se vayan cerrando cada vez más y no nos dejen disfrutar de las vistas, dejamos rápidamente las mochilas en la habitación y nos vamos bien abrigados y a bastante buen paso más arriba del Campo Base, hacia el glaciar, a intentar acercarnos lo máximo que podamos a estas montañas que casi parece podemos agarrar con los dedos...
Con miedo de que las nubes se vayan cerrando cada vez más y no nos dejen disfrutar de las vistas, dejamos rápidamente las mochilas en la habitación y nos vamos bien abrigados y a bastante buen paso más arriba del Campo Base, hacia el glaciar, a intentar acercarnos lo máximo que podamos a estas montañas que casi parece podemos agarrar con los dedos...
La climatología
variable del Himalaya nos demuestra una vez más que en apenas unos minutos
puede cubrir o despejar el cielo a su antojo, pero esta vez somos afortunados y
podemos disfrutar de unas vistas impresionantes del circo. La visión de los
colosos bajo su manto de nieve perpetua es para nosotros un sueño hecho
realidad, y disparamos una y otra vez la cámara, ya que cada instante o
perspectiva brinda una imagen diferente: con o sin banderolas, con o sin nubes, con o sin nosotros…
Pasamos largo rato
inmersos en el placer de contemplar lo que nos rodea, intentado retener en la
mente y en la retina un momento de paz absoluta, con la satisfacción añadida de
haber llegado hasta aquí gracias a nuestro propio esfuerzo. En este momento
desaparecen las agujetas, el leve esguince en el pie de hace un par de
jornadas, los miles de escalones de piedra que hemos subido y bajado (y que aún
nos quedan por subir y bajar en el regreso), los madrugones, el peso de la
mochila… Es sencillamente un instante perfecto que poder evocar en el futuro en
la comodidad de nuestra casa, cuando la vida que llevamos parece llegar a
sacarnos de quicio.
Cuando la niebla comienza a echarse, un aura de misterio y misticismo envuelve el paisaje, haciéndolo más bello si cabe, pero al ocultarse el sol se nota la bajada de la temperatura y optamos por bajar al lodge e ir pidiendo la cena.
La reserva de habitación que teníamos se ha convertido en una habitación para cuatro, a compartir con nuestros nuevos compañeros Álvaro y Jordina. Nos llevamos bien así que no nos importa lo más mínimo, y la verdad es que con el poco alojamiento que hay aquí disponible, es normal que intenten aprovecharlo al máximo.
Una vez instalados nos regalamos una
estupenda cena a base de macarrones (para variar) y de patatas fritas, en el
comedor común más acogedor que hemos tenido hasta el momento.
Después de cenar, y aprovechando
que hoy hay luna llena (casualidades de la vida, o la suerte del viajero),
decidimos salir de nuevo a contemplar las montañas. La noche está totalmente
despejada y la vista quita la respiración, la nieve brilla literalmente a la
luz de la luna, el silencio es absoluto y nos sentimos en el mismísimo confín
de la tierra.
El frío se deja sentir y nos metemos
en el saco a eso de las 21:00, con idea de darnos un buen madrugón en unas pocas
horas para ver amanecer.
Qué recuerdos..
ResponderEliminarEstuve también haciendo ese trek en 2009 pero me puse enfermo y cogí un trancazo impresionante, fiebre etc..no pude subir y pasar la última noche en el ABC,si llego a subir me muero,tuve que bajarme..
Ha sido bueno haber visto estas fotos tan bien hechas,muchos de los sitios por los que pasasteis los tengo en mi recuerdo ,los nombres de los "pueblos",los baños,las escaleras,hasta los nombres de los guesthouse,estuve en los mismos lugares...
Estuve un mes viajando por India y Nepal, buenos recuerdos guardo.
Me gustaría volver algún día para disfrutar la montaña con más calma.Todo el mundo va demasiado rápido, no me gustó el ritmo de los occidentales moviéndose por los treks como si no corrieran suficiente en su vida occidental.Si no dispones de tiempo es mejor no subir tanto,se está muy bien sin llegar hasta arriba, disfrutando con más calma los paisajes ,disfrutar de que tienes agua caliente, mejor comida y también hay más gente,claro.. Como digo, hay muchas cosas que disfrutar sin obsesionarse tanto por subir arriba,las vistas son muy bonitas pero es que ahí arriba no se puede estar en condiciones a no ser que sea subir y bajar, o salvo que seas montañero y quieras escalar el Annapurna,claro...Yo aprendí una lección importante,el alpinismo para los alpinistas,,a mi me gusta la montaña para disfrutarla no para sufrirla..y como deporte,pues prefiero practicar otros la verdad..
Saludos!!