Distancia:
31,6 kilómetros
Desnivel
positivo: 830 m.
Desnivel
negativo: 790 m.
Cota
máxima: Collado de Ursain (465 m.)
Tiempo
de marcha: 9 horas y 50 minutos
Ayer nos dormimos incluso antes
de apoyar la oreja en la almohada, y hemos descansado como bebés, que buena
falta nos hacía. Desayunamos solos en la cocina-comedor y salimos del hostal a
las 8:40.
El
día está completamente despejado, y se nota que nos hemos acercado a la costa
porque no tenemos el frío ni se observa la helada que veíamos ayer. Paramos a
comprar el pan para los bocatas y se nos hace la boca agua con el surtido de
bollos que hay expuesto, y eso que acabamos de darnos un buen desayuno…
Contra todo pronóstico no tenemos
muchas agujetas (ayer parecíamos dos octogenarios caminando lentamente mientras
íbamos en busca de la cena) y comenzamos con bastantes ganas esta última etapa
que nos llevará hasta el mar.
Recorremos Vera de Bidasoa por su
calle principal y a las 9:00 cruzamos el puente gótico que marca la salida del
pueblo, última población de la Comunidad Foral de Navarra.
Aprovechamos la parada fotográfica
para quitarnos ya las primeras capas de ropa que nos sobran, la temperatura es
muy agradable y el día promete calentar.
Tras cruzar el puente aparece
la primera señalización de la ruta, el Faro de Higuer, objetivo de la jornada,
se encuentra nada más y nada menos que a 30 kilómetros de aquí, y nos costará
alcanzarlo alrededor de 8 horas. Nos queda la duda de si ver esto motiva o desmoraliza,
pero ni cortos ni perezosos nos lanzamos a caminar.
Comenzamos ascendiendo por un camino
ancho y soleado, ya que aun los árboles que lo flanquean no han tenido tiempo
de sacudirse de encima el inverno.
A las 9:40 alcanzamos una
pequeña collada (230 m.) desde donde tenemos una estupenda vista de Vera y de
la bajada que hicimos ayer para alcanzar el pueblo.
Continuamos por una ancha pista forestal donde se observan bastantes árboles partidos, suponemos que es la cicatriz dejada por los últimos temporales de lluvia y fuertes vientos, que este año han azotado la cornisa cantábrica sin tregua.
Aprovechamos el rato de llaneo para
charlar y planificar futuras salidas, haciendo “monterapia”, como es nuestra
costumbre. Estas etapas sin demasiado desnivel se hacen un poco aburridas, pero
lo cierto es que pasear de vez en cuando tampoco está mal.
Poco a poco el camino se transforma en una senda ancha que discurre cómodamente por un hayedo.
Se trata de un camino soleado y
tranquilo, donde los árboles cubiertos de musgo y las laderas alfombradas de
hojas nos hacen detenernos para sacar fotos una y otra vez. No podemos
resistirnos a sacar el trípode y hacer un poco el tonto, ya le vamos cogiendo
el truco a este tipo de fotos...
Ascendemos levemente hasta la cota de 392
m. del Collado de Tellería, que alcanzamos a las 10:40, donde podemos divisar
el mar, a través de una pequeña ventana en los relieves del paisaje.
Pasamos por varios caseríos y
cambiamos la alfombra de hojas por la pista.
A las 10:45 pasamos por una granja que se extiende a ambos lados del camino, y nos detenemos a saludar a uno de sus habitantes, este caballo tranquilo al que no tenemos nada que dar de comer y que nos sigue paralelo a la valla mientras nos alejamos.
Tras pasar un pequeño riachuelo en una
curva sombría, avanzamos por un camino estrecho y bastante embarrado, donde nos
cruzamos con una pareja que anda un poco perdida y a la que no podemos orientar
demasiado porque no conocemos esta zona.
Salimos a un
carretil asfaltado y comenzamos el descenso hacia la Presa de San Antón, por un
camino que deja la pista a la derecha y se interna de nuevo en la vegetación.
Son las 11:10 y decidimos hacer una pequeña parada para picar algo y descansar
un poco nuestros sufridos pies. La compañía que tenemos es de lo más tranquila,
estos ponis que pastan tan tranquilos en un pequeño claro del camino, y que
casi parecen posar mientras los retratamos.
El camino de bajada hasta la presa atraviesa una zona boscosa y húmeda, con troncos que dificultan el paso y piedras húmedas en las que es necesario poner atención para no terminar con un esguince o por los suelos. Es un paisaje totalmente distinto al que hemos visto hasta ahora.
Tras salir del
sombrío bosque, ya con el pantano a nuestro pies, pasamos de largo del bar Ola
Berri, porque acabamos de almorzar. Llegamos
a una granja en la que una cabra y sus dos cabritas toman el sol ajenas al
jaleo que vamos a provocar sin proponérnoslo con nuestro paso. La madre huye
hacia arriba y las dos crías van camino abajo, lo que desata los gritos
desesperados de la primera, reclamando nos imaginamos que las segundas regresen
a su lado una vez hemos pasado, a lo que ellas hacen caso omiso.
A las 11:50 llegamos a la Presa de San
Antón (240 m.), que se está al límite de su capacidad, y que de hecho
desembalsa agua por una de sus compuertas, y es que realmente por aquí ha
llovido mucho últimamente.
Bordeamos la presa por la carretera y
cogemos una pista que gira a la derecha, bajo la Peña de Aia. Un panel
informativo nos hace ver que aun no hemos recorrido 13 kilómetros desde Bera,
lo cual no es muy buena señal, en vista de lo cansados que llevo ya los pies…
Nada más entrar en la pista nos
cruzamos con un grupo de franceses que están haciendo la HRP, van con ganas de
charlar pero nosotros en vista de todo lo que nos queda por delante, queremos
aligerar mientras el desnivel nos permita ir en “modo persecución”, así que
enseguida los dejamos atrás y apretamos el paso.
Entramos en tierras gipuzkoanas
sin darnos cuenta (como generalmente se cruzan las fronteras en la montaña) y
tras un rato de llanear comenzamos a subir por la pista por sucesivos zigzags.
No frenamos el ritmo y coronamos el Collado de Ursain (460 m.) a las 13:20. La
subida se hace larga pero las vistas desde el alto merecen la pena, vemos allá
lejos el Orhi (2.016 m.), primera cima que supera los dosmil metros de la
cordillera, con su manto blanco invernal.
Apenas 10 minutos después
llegamos a una zona acondicionada como merendero en el Collado de Erlaitz (449
m.), a la derecha mismo de la carretera, donde varias familias disfrutan de uno
de los primeros domingos de sol. No obstante en el alto hace bastante viento y
no es el sitio ideal para comer, pero estamos que nos caemos de hambre y mis
pies necesitan desesperadamente una tregua.
Al llegar al alto yo estoy a
punto de abandonar y bajar en autostop a Irun, pero el bocadillo
reconstituyente de queso y unos buenos tragos de Isostar me convencen de
afrontar con energías renovadas el último tramo de la etapa.
A las 14:00 nos ponemos de nuevo en
movimiento. Un cartel nos indica que estamos a hora y media de Irún, y con el
mar ocupando la mayor parte del horizonte comenzamos a descender.
Salvo por la perspectiva de llegar al
mar, cada vez más cercano, la pista es bastante monótona y aburrida, salvo por
un caserío en el que han puesto un figura enorme del Olentzero que nos hace
detenernos a hacer alguna foto.
Tras pasar el Collado de Saroia (190 m.) ascendemos levemente hasta alcanzar a las 15:00 la Ermita de San Marcial (200 m.), desde donde las vistas son espectaculares, sobre todo con el espléndido día que hace.
Aquí hay otra zona de merendero, más resguardada, y que está hasta arriba de gente.
Hacemos varias panorámicas y posados, pero no nos detenemos demasiado porque el Faro aun está lejos y luego tenemos que coger un autobús para regresar a Elizondo.
Retomamos el descenso y a las
15:40 llegamos a Irún (5 m.), contentos de pisar acera y poder parar en un bar
a tomarnos algo fresco. Los pies van ya al límite de su aguante, pero a
cabezones no nos gana nadie y nos resistimos a abandonar mientras tengamos
tiempo y algo de energía en la reserva. Durante la bajada hemos fantaseado con
la idea de dejar la ruta en Irún y retomarla otro día como ruta pintxos,
exclusivamente por el gusto de llegar al Faro, pero al final nos dejamos llevar
y continuamos hasta la meta.
A partir de aquí la ruta es
eminentemente urbana, y la señalización es inexistente, con lo que echamos mano
del mapa de www.travesiapirenaica.com. Estos últimos 9 kilómetros se
hacen eternos, atravesamos todo Irún, llegamos a Hondarribia (24 m.) y dejamos
atrás su playa y su puerto deportivo, para afrontar un último tramo de
carretera hasta la meta.
Nos encontramos con este enorme socavón en la carretera, huella de las últimas ciclogénesis explosivas, que aquí han golpeado con fuerza y han dejado cuantioso destrozos.
Pasamos asomándonos con mucho cuidado
y pensando en el tremendo dineral que va a costar arreglar los desperfectos.
Son las 17:30 cuando alcanzamos por
fin el Faro del Cabo de Higuer (42 m.), totalmente agotados pero con la
satisfacción de haber cumplido el objetivo.
A nuestra espalda queda todo el Pirineo, parte lo hemos recorrido ya y parte esperamos poder recorrerlo.
Parecemos un par de bichos
raros con nuestros mochilones y nuestro uniforme de montañeros, rodeados de
domingueros y paseantes, y más aun cuando nos abrazamos como si acabáramos de
conquistar una cima lejana. Nos da lo mismo, hemos llegado a uno de los
extremos de la GR11, estamos emocionados y podemos emprender el regreso a casa
tras un fin de semana más que provechoso.
Para no volver por el mimo sitio
tomamos el camino que va por la costa, ya que a pesar de que la carretera está
cortada por el socavón, debe haber otras comunicaciones porque hay muchísimos
coches.
El sendero resulta ser una gozada, el mar era el objetivo de este fin de semana, y caminar paralelos a él nos reconforta del cansancio.
Salimos de nuevo a la zona del puerto y no nos resistimos a bajar a la playa para hacernos unas autofotos de despedida, que suponen el epílogo de la ruta por su extremo Occidental, y que esperamos poder repetir algún día en el extremo Oriental, el Cap de Creus.
Una vez cumplido con el trámite
fotográfico, localizamos la parada del autobús urbano que nos lleve a Irún, y
esperamos pacientemente picando unas patatuelas. son las 18:10, y no tenemos mucho rato, pero ya en Irún, y una vez tenemos
claro desde dónde sale el autobús a Elizondo, nos vamos a comer unos pintxos,
que nos los hemos ganado a pulso. Acompañamos además la merienda-cena con un
estupendo postre de chocolate, y antes de darnos cuenta tenemos la hora de embarcar.
Regresamos a Elizondo en apenas
50 minutos, cogemos la furgoneta y nos encaminamos a Pamplona, cansados pero
contentos. Pensando ya en cuándo podremos continuar con las siguientes etapas
de la ruta…
Bus urbano de Hondarribia a Irun: 3.20 euros.
Bus de Irun a Elizondo: 10 euros.
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